A Evo Morales la
palabra referéndum le debe doler en el alma. Fue a partir de una súbita y hasta
ahora inexplicable decisión en tiempo y forma que el expresidente encaminó al
país hacia el 21 de febrero de 2016 para preguntarle acerca de su aceptación o
rechazo a una nueva repostulación, luego de estar gobernando por tres períodos
consecutivos. La respuesta fue terminante. Fue no. Y el mismísimo Evo se rindió
ante la evidencia acerca de la decisión expresada en las urnas. Tuvieron que
transcurrir veinte meses, hasta noviembre de 2017, que buscando y rebuscando
argumentos jurídico electorales, se instrumentó al Tribunal Constitucional –ese
mismo al que el propio Evo ahora tacha
de prorroguista y funcional a los designios del actual poder gubernamental—para
inventar una disparatada habilitación invocando al Pacto de San José arguyendo
que una candidatura presidencial es un derecho humano, razón por la cual se
abrían las compuertas para la consolidación del liderazgo caudillista en el
ejercicio presidencial.
Corregido
semejante despropósito constitucional a partir de la respuesta a una consulta hecha
por el entonces presidente Iván Duque de Colombia, a la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, se concluyó que no había tal (agosto, 2021), que de ninguna
manera, bajo ningún concepto jurídico se podría aceptar que es un derecho
eterno ser candidato cuantas veces le plazca a quién ostenta un gran liderazgo
y cree gozar de una legitimidad ilimitada, otorgada por el pueblo soberano.
Hasta aquí la
historia es archiconocida y repetida hasta el cansancio. Desde 2019 Bolivia se
bambolea en la incertidumbre que genera desde y hasta donde existe el derecho
de acceder a la candidatura presidencial. El país no ha podido superar esta
discusión que se ha agravado con la decisión del mismísimo Tribunal que
habilitó a Evo en 2017 que el día de los Inocentes, 28 de diciembre de 2023,
emitió la sentencia constitucional 1010
en la que queda expresamente determinada la reelección “por única vez
contínua”. En consecuencia, Evo Morales queda inhabilitado para las
presidenciales de 2025.
En un día de
iluminación, alguien cercano al Presidente Luis Arce se levantó una mañana para
sugerirle que el camino más expedito y transparente para acabar con este
exasperante debate que le ha costado al gobierno en los últimos dos años, tener
que malgastar su tiempo en una interna partidaria que prácticamente ha
destrozado al MAS-IPSP. Esa ruta está marcada por la convocatoria a un nuevo
referéndum en el que bolivianas y bolivianos diremos que hacer con esta
cantaleta que nos tiene complicados en un momento en el que la gestión de Arce
debiera estar exclusivamente enfrascada en buscar salidas a una situación
económica que se viene tornando cada vez más compleja e irresoluble, sobre todo
porque la desaparición del dólar callejero y el más grande, el necesario para
las transacciones importadoras y exportadoras, está complicando el
funcionamiento económico productivo del país.
Caudillismo.
Mesianismo. Endiosamiento. Culto a la personalidad. Todos estos son conceptos
que mucho tienen que ver con el estalinismo que desfiguró la revolución rusa y
la construcción de una unión de repúblicas socialistas, y que con acento
latinoindocaribeño se han incorporado a este lado del mundo, atribuyéndoles
facultades y poderes especiales a nuestros libertadores republicanos del siglo
XIX, de los cuales llegarían las herencias de lo bolivariano para atribuirse
capacidades ilimitadas de ejercer el poder, descartando de un plumazo la
imprescindible alternancia de nombres en las jefaturas de Estado.
Con sentido de
previsión, lo primero que le sugirieron
a Nicolás Maduro cuando se estrenaba en la presidencia de Venezuela (2013), si
quería tener relativo éxito en su gestión, era deshacerse de los chavistas en
tanto se presagiaba que si los mantenía en la estructura de poder, su
presidencia podía sufrir fuertes embates internos. Así son los grandes
caudillos: Hasta después de muertos son capaces de seguir influyendo en el
estilo decisional de manejar el poder. Pues bien, todo indica que con el
referéndum de próxima realización, el presidente Arce podrá neutralizar el
asedio evista que tantas averías le ha generado en su ejercicio gubernamental,
debido a que es altamente probable que esta nueva consulta popular sirva para
ajustar cuentas con el pasado y reivindicar el valor del voto del 21F pisoteado
con una habilitación que terminó con sindicaciones de fraude, derrocamiento y
golpe de Estado.
Las sociedades
del siglo XXI quieren gobernantes que no jueguen a la tentadora activación de
la idolatría, y la única forma de marcarles los límites a los caudillos que
creen en la perpetuidad del tiempo en el poder es a través de las restricciones
que impone la ley. En ese sentido, el modelo mexicano de seis años en el
gobierno de un presidente y sanseacabó parece no exhibir márgenes de error.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 10 de agosto de 2024
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