Si algo tiene el
fútbol boliviano es materia inagotable para la discusión acerca del lugar en el
que se encuentra la frontera entre realidad y ficción, y sucede que conforme
transcurren los días nos queda cada vez más claro que tal frontera no existe.
Por décadas Bolivia defendió su derecho a jugar en la sede histórica de sus
ilusiones y de sus esporádicas patriadas con la pelota rodando en el césped del
Hernando Siles.
Sucedió alguna
vez que el poderoso trío sudamericano brasileño-argentino-uruguayo intentó
maniobrar en el escenario multilateral de las decisiones corporativas
futbolísticas (FIFA) para dejar de venir a la tortuosa La Paz, esa ciudad a la
que se llega a jugar con fastidio y temor a perder la capacidad de respirar,
salvo que alguno se llame Angel Di María y corra más y mejor en el estadio
miraflorino que todos los componentes de nuestra verde selección juntos.
Desde que
nuestro fútbol comenzó a desandar el camino y se fue tornando cada vez más
irrelevante y sin capacidad competitiva, la urgencia por intentar dejar de
jugar en la altitud paceña se hizo cada vez más innecesaria. Brasil nos convirtió
cuatro goles en la anterior eliminatoria y Argentina tres en esta que se juega
con destino a la Copa del Mundo 2026. Nosotros: cero. Ya ni con el flecheiro Marcelo Moreno Martins se
logró anotar por lo menos el gol del honor.
El pasado 23 de marzo en esta misma columna
pregunté si el fútbol boliviano pasaba por altura o buen juego, y hace algunas
semanas ha llegado la respuesta: Altura, futboleros y futboleras, altura en
primer lugar, y si se puede jugar algo de fútbol, tanto mejor. Como ya casi no
se puede con futbolistas de buen pie –que casi no los tenemos hace muchos
años—y por lo tanto ya no se puede técnica y tácticamente, acudamos a las
fuerzas del cielo como invoca Javier Milei.
Como nunca antes sucedió, tenemos un
presidente de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) con una notable capacidad
de persuasión que ha logrado convencer a la Confederación Sudamericana de
Fútbol (CONMEBOL) y a la mismísima FIFA no sólo de continuar jugando en las
alturas andinas, sino de hacerlo ahora algunos peldaños más arriba, esto es, en
los cuatro mil metros sobre el nivel del mar de la aguerrida y corajuda ciudad
de El Alto.
Con este nuevo
panorama, la selección boliviana de fútbol recibirá en el estadio de Villa
Ingenio, con las autorizaciones internacionales respectivas en regla, a la
Vinotinto venezolana, que hace por lo menos dos décadas superó las goleadas
recibidas de a siete por partidos de ida y vuelta en la eliminatoria de 1993,
para pasar al frente y tener ahora una escuadra que ocupa el cuarto lugar en la tabla de las eliminatorias
mundialistas y que en la Copa América recientemente ganada por Argentina en
canchas estadounidenses, ganó su grupo con puntuación perfecta y fue eliminada en
la tanda de penales frente a Canadá en cuartos de final, mientras nosotros,
cada vez más verdes, regresábamos con el rabo entre las piernas sin un solo
punto habiendo recibido diez goles y anotado apenas uno.
Venezuela
llegará a jugar a El Alto sin haberse manifestado ni en lo mínimo acerca de la
incomodidad que supondría rendir en las mejores condiciones con semejante
altitud, mientras en los ámbitos municipales y de la FBF se hacen denodados
esfuerzos por tener las butacas plásticas necesarias exigidas por la FIFA que
reducirán el aforo del estadio en el que habitualmente juega de local Always
Ready, para dotarlo de las condiciones de seguridad y de comodidad que son
parte del protocolo FIFA, también en esta fase eliminatoria de la nueva versión
de la Copa del Mundo.
Con este
panorama, Bolivia ha decidido apostar por una propuesta de características más
medioambientales y climáticas que futbolisticas. Enfrentará a Venezuela,
pensando en que los visitantes comenzarán a perder el partido en el vestuario, de
sólo pensar que en el primer sprint
de sus extremos, podrían quedar jadeando por insuficiencia de oxígeno. Bolivia
jugará con la altura antes que con la pelota. Lo que parece no haber pensado la
intrépida dirigencia federativa es que como bien dice la gran Camila en casa:
“el fútbol boliviano es tan alucinante que hasta cuando ganamos, perdemos” en
alusión a los triunfos por 1-0 de The Strongest y Bolívar frente a Peñarol
de Montevideo y al carioca Flamengo, con
los que nuestros históricos equipos quedaron eliminados en octavos de final de
la Copa Libertadores de América.
Todas las
selecciones nacionales se preparan para jugar. La selección boliviana ha decidido, de aquí en
adelante, aferrarse al ventajero expediente de la altura. Todas las realidades
futbolísticas competitivas del planeta se ocupan, en primer lugar, de formar
deportistas, atletas, futbolistas y en lo posible personas de bien. Bolivia consolida así la excepción a la regla: Total,
si ganamos con la altura, no hay para que preocuparse por jugar al fútbol.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 24 de agosto de 2024
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