Decía César Luis Menotti, entre las tantísimas cosas inteligentes que lo distinguían acerca de su capacidad para leer-escribir el fútbol, que el éxito no se analiza. Eso significaría que el éxito puede derivar en exitismo que consiste en el exceso de celebración luego de conseguido un objetivo. No analizar en el contexto de un resultado feliz lo acontecido en un campo de juego significa que se impone la hora de tirar cohetes y descorchar botellas y que no cabe otra cosa que danzar y saltar, que gritar vivas hasta secar gargantas.
Para el lenguaje
empresarial, lo acontecido en el estadio de Villa Ingenio de El Alto es un Caso
de Éxito, basado en el modelo aplicado por Fernando Costas, Presidente de la
Federación Boliviana de Fútbol (FBF) en su club, el Always Ready de La Paz, que
terminó convirtiendo en equipo alteño con el propósito, finalmente conseguido,
de ascenderlo a la división profesional . El pasado 20 de febrero, el llamado
equipo de la banda roja le propinó una histórica goleada al Sporting Cristal
del Perú (6-1) en su casa a un poco más de cuatro mil metros sobre el nivel del
mar, por Copa Libertadores de América. El entrenador de ese equipo era Oscar
Villegas, el mismo que hace cuarenta y ocho horas debutó como seleccionador en
las clasificatorias o eliminatorias que conducen hacia la Copa del Mundo a
jugarse en 2026 en canchas de México, Estados Unidos y Canadá.
Contradigamos
por esta vez a Menotti para diseccionar los componentes que dieron lugar a ese
rotundo 4-0 con el que la verde boliviana se impuso incuestionablemente a la
vinotinto venezolana. En esta misma columna, hace catorce días, se dijo que
Bolivia había decidido jugar en el cielo, que subir del histórico Hernando
Siles de La Paz al estadio alteño era una apuesta, en primer lugar, por
maximizar la ventaja que supone desempeñarse en la altura. Pues bien, este
primer argumento puesto en práctica por la FBF ha funcionado a la perfección,
en tanto Venezuela decidió no ser ni la sombra de lo que había expuesto en sus
partidos de Copa América y de esta misma etapa mundialista que la sitúa en el
cuarto lugar de la tabla de posiciones y que hasta el partido con Bolivia
estaba invicta con dos triunfos y tres empates.
La recuperación
de la ventaja de jugar a cuatro miles de metros sobre el nivel del mar, por lo
tanto, funcionó sin fisuras. El argentino Fernando Baptista, seleccionador de
Venezuela, se mantuvo invariable, antes y después del partido, en su posición
de no referirse al argumento-pretexto de la altura, exhibiendo una ética
deportiva infrecuente en el mundillo futbolero caracterizado por las excusas
para justificar malos resultados. Queda claro entonces: La altura juega cuando
el equipo nacional sabe que hacer en la cancha haciendo valer su condición de
anfitrión y en esa medida, así como Villegas supo sacarle ventaja a la ciudad y
al estadio en el que jugaba cuando dirigía Always Ready, puso en evidencia su
oficio, experiencia y algo que hacía muchísimo tiempo les faltaba a quienes se
hacían cargo de la selección boliviana y que
pasa por la actitud y el inicio de la construcción de una mística,
aspectos claramente expuestos por el joven equipo por el que apostó el
seleccionador.
Para completar
el análisis, pensemos a continuación lo que sucede con la selección boliviana
cuando queda obligada en su condición de visitante a prescindir de la ventaja
de la altura. La verde debe jugar este 72 horas contra Chile en Santiago,
ciudad que se encuentra al nivel del mar. Nuestra selección llega a ese partido
con un abrumador antecedente: La última vez que Bolivia ganó fuera de casa fue
el 18 de julio de 1993 precisamente contra Venezuela en Puerto Ordaz (7-1!!!),
lo que quiere decir que su último triunfo se produjo hace 67 partidos y 31 años.
A partir de las cinco de la tarde del martes 10 de septiembre, Bolivia estará obligada solamente a pensar en el juego, en su propuesta exclusivamente futbolística frente a una selección chilena que acaba de ser pasada por encima (0-3) en Buenos Aires, por ese equipo de autor como definiera Marcelo Bielsa a la selección argentina campeona del mundo dirigida por Lionel Scaloni.
Villegas tiene clarísimo el guión de su emprendimiento. Dice que en la lista de sus prioridades figura el trabajo que demandará una década con las juveniles, pero que eso no signfica que vaya a descuidar a la selección mayor en la que finalmente, después de tanto debate reiterativo, se ha decidido apostar por una nueva generación de futbolistas que han comenzado esta nueva etapa desatando una celebración que los alteños y las alteñas se merecen. Bolivia ha sabido jugar con la altura a su favor frente a Venezuela. Ahora contra Chile debe dedicar sus esfuerzos nada más que a jugar al fútbol. Los futboleros tan proclives al exitismo, saben que esto recién comienza y que la paciencia es clave para permitir que un trabajo pensado a mediano y largo plazo pueda generar algún fruto.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 07 de septiembre de 2024
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