Las valoraciones
acerca del rendimiento del gobierno de Luis Arce son una cosa y la crisis que
ha quebrado al MAS-IPSP es otra, pensarán algunos, cuando en realidad las
posibilidades de conducir una gestión presidencial medianamente fluida pasan
ineludiblemente por la gobernabilidad, condición indispensable con la que Evo
Morales estuvo al mando del país durante casi 14 años, gozando primero de
mayoría parlamentaria y al final, incluso, con dos tercios del voto de la
Asamblea Legislativa Plurinacional.
A estas alturas
hay que decirlo de manera clara y concisa: Evo Morales nunca creyó en el
triunfo de Luis Arce en las urnas. Impuso su candidatura porque argumentaba que
era el momento de la clase media y por ello había que desplazar a lo indígena
originario campesino a un segundo plano en el binomio. A partir de una
investigación a cargo de este periodista, la conclusión, confirmada por varias
voces es que Morales calculaba que el ganador sería Carlos Mesa, que el MAS
pasaría a la oposición y se dedicaría a sembrar el camino hacia las elecciones
de 2025.
Los candidatos a
la presidencia y a la vicepresidencia de las organizaciones sociales,
información de dominio público, eran David Choquehuanca y Andrónico Rodríguez,
pero como Evo odia con toda el alma al Jilata porque entre otra cosas alguien
lo inflamó contándole que es “agente de los gringos”, forcejeó hasta imponerse
al Pacto de Unidad que se vió en la durísima tarea de convencer a las
organizaciones y a sus bases que esta era la salida para garantizar la unidad,
imprescindible requisito en la búsqueda del triunfo para las elecciones que
finalmente se realizaron el 18 de octubre de 2020. En aras de no quebrar al
“Instrumento”, Choquehuanca se bajó de la candidatura presidencial por decisión
propia y de esa manera el temporal amainaba y se podía comenzar a encarar la
campaña con “Arce Presidente” y el “vamos a salir adelante”.
Nunca Evo
Morales aceptó que el MAS podía continuar su camino en la construcción de su
llamado Proceso de Cambio con alternancia interna y continuidad programática.
Pensó siempre –sigue pensando—que después de Evo Morales solamente existe Evo
Morales, lo que nos lleva a pensar que el oriundo de Orinoca se convirtió en la
entidad humana en la que se concentraba el Estado, con todo lo que eso
significa en términos estalinistas de utilización del poder y de decisiones
para el funcionamiento del país.
Cuando Arce
Catacora ganó las elecciones con un rotundo 55.10 por ciento, Evo seguramente
quedó bien sentado en la primera silla que encontró, que por supuesto ya no era
la presidencial, para intentar
reaccionar ante un resultado que para el era impensado. A esas alturas, ya
había inventado el Conalcam para sustituir al Pacto de Unidad y privilegiar a
un entorno de ministros a los que consolidó como su círculo íntimo en su exilio
en Buenos Aires, sobre todo a partir del momento en que las organizaciones le
dijeron que no querían saber de ninguno de sus colaboradores “de García Linera
para abajo”, es decir, comenzando por el ex Vicepresidente.
“Esos ex
ministros son más leales que ustedes”, les dijo Evo Morales a dirigentes del
Pacto de Unidad con lo que quedaba sellada en términos prácticos una ruptura
entre el ex presidente y esas organizaciones que con el nombre de Instrumento
Político para la Soberanía de los Pueblos (IPSP) dio lugar al surgimiento del
Movimiento al Socialismo (MAS).
No es cierto que
en principio Luis Arce comenzó sometiéndose a las directivas de Evo. Desde los
inicios mismo de la campaña electoral se advirtieron diferencias y quedó claro
que Evo era el jefe de campaña desde Buenos Aires y Arce el candidato que tenía
el derecho de tomar algunas decisiones estratégicas en tanto era el quién
asumía el desafío de por lo menos igualar o superar los números que había
logrado Evo en anteriores elecciones. Dicho y hecho, Lucho pulverizó las
previsiones de encuestas que decían que partía con una base del 20 por ciento
del voto duro: Logró el 55.1, superando el 53.7 logrado por Evo en su primera
elección de 2005.
En ese trayecto
Evo tenía que decidir si le sumaba el acompañar al gobierno de Lucho como jefe
del partido experimentado ex Presidente, o era mejor desmarcarse precisamente
para sacarle rédito a esa ruptura y proyectar su candidatura hacia las
elecciones de 2025. Las decisiones están a la vista y a estas alturas del resquebrajamiento del MAS-IPSP Evo pasó
efectivamente a la oposición pero no de Carlos Mesa, sino de su mismísimo ex
Ministro de Economía y Finanzas Públicas.
Así llegamos,
luego de muchísimos encontrones, congresos frustrasdos y no reconocidos,
incumplimiento con las obligaciones ante el Tribunal Supremo Electoral y una
feroz campaña opositora para socavar al gobierno de Arce, que Evo está otra vez
en la carretera en marcha, parece que caminando poco y viajando cómodamente en
una 4 por 4 con vidrios polarizados, dice que para “salvar a Bolivia”, lo que
traducido asus expectativas y agenda significa alcanzar nuevamente la
candidatura presidencial pase lo que pase, cueste lo que cueste.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 21 de septiembre de 2024
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