Una niña a la
que no le gusta la sopa y se resiste a tomarla a pesar de todas las maneras en
que su madre trata de convencerla de sus bondades nutritivas, nos enseñó desde
relaciones humanas hasta geopolítica a partir del día en que el inmenso Joaquín
Salvador Lavado Tejón (Quino) decidiera reconducir el camino de su Mafalda,
originalmente creada para una campaña publicitaria de electrodomésticos y luego
posicionada para siempre como la voz de la conciencia y el espíritu crítico
desde las nimiedades del barrio hasta las grandes tragedias de la guerra y la
desolación.
Mafalda es la
mujer que desde su lúcida e informada infancia les enseñó a nuestros hijas e
hijos a tomarse la vida y sus alrededores con espíritu crítico, lo más lejos
posible de la frivolidad y a miles de kilómetros de la adopción de la
mediocridad como forma de estar en el mundo. Acaba de cumplir 60 años y resulta
un deber y una ritualidad a tomarse en serio leerla y releerla a través de sus conversaciones
y reflexiones en voz alta, compartiendo
y ventilando sus diferencias con Manolito, el descorazonado amasador de
fortuna, hijo del dueño del almacen; Susanita, la conservadora que cree que la
vida pasa por casarse, tener hijos y jugar a la felicidad de comer perdices;
Felipe, el perfecto mejor amigo dientes de conejo y Libertad, la más pequeña de
todas, con el nombre simbolicamente empequeñecido en tantísimas latitudes
autoritarias, represivas, racistas y exterminadoras: la Libertad en este mundo
es muy chiquita.
Mafalda es una
niña. Mafalda es una mujer. Mafalda es un mujerón que nos ilumina con su
agudeza, pero fundamentalmente es el personaje femenino que habla a través de
un hombre que la dibuja y le pone palabras a sus viñetas con la idea de que la
mujer vale por su inteligencia, su autonomía, su independencia laboral, su
iniciativa que es profundamente más aguda y multidireccional que la iniciativa
masculina. Mafalda, en buenas cuentas, se ha instalado en el imaginario para
decirnos, en muchas historietas sin decirlo, que el mundo sería bastante mejor,
o probablemente algo menos cruel si estuviera gobernado por ellas en primer
lugar y en segunda línea por hombres que las respaldan, las acompañan y tratan
de fortalecerlas emocionalmente y no más por los patriarcas de la subestimación
y la crueldad, por los machos gobernados por sus apetitos perversos y
degradantes, producto del ejercicio del poder político y la invencibilidad
económica.
Mafalda, a seis
décadas de su nacimiento, es una de las mujeres más influyentes en la historia
contemporánea de América Latina y que ha trascendido hacia mundos en los que a
fuerza de inventiva y popularidad se ha hecho políglota. Sin Mafalda, muy
probablemente, no habríamos tenido posibilidades tan amplias de conversar con
las nuestras y nuestros, acerca de la Guerra Fría, la inutilidad de la ONU, la
banalidad de pensarse mujer en función de con quién se casa una, o la frialdad
que exige la acumulación en la compra venta del mini mercado tan capitalista y
exacerbador de ese consumismo que ha construido legiones de idiotas dispuestos
a comprar incluso cosas inservibles: Gastar es tan importante como tomar agua. Mafalda
nos ha hecho pensar a fondo sobre asuntos que de tan cotidianos, no sabemos
detenernos para conocer el tamaño de su importancia.
Y si de tamaños
de las cosas y de los procesos histórico sociales hablamos, en este tiempos de
Presidenta y ya no de Presidente, hay que escuchar más de una vez el discurso
con el que Claudia Sheinbaum acaba de asumir la presidencia de México –Tomar protesta
se dice por allá--, con el que percibimos que hay personas con ciertas
cualidades y conocimiento, previos a la demostración de cuanto pueden hacer a
partir de esas potencialidades. Sheinbaum hizo un discurso de Estadista con la
experiencia que le ha otorgado gobernar su ciudad capital (jefa de Gobierno de
Ciudad de México 2018 – 2023), poniendo en evidencia cuanto sabe de tamaños que
no tienen que ver con mediciones masculinas, sino acerca de las necesidades y
las esperanzas de quienes representa al haber votado por ella, el casi 60 por
ciento del electorado.
Como una
maquinaria humana que no necesita grandes pausas para saber lo que se debe
hacer a continuación con el segundo piso
al que sube para continuar la llamada Cuarta Transformación, la multifacética
primera mandataria que recibió la posta de Andrés Manuel López Obrador, supo
decirnos con claridad didáctica qué dimensiones tiene para ella el Estado
mexicano, cuan importantes son los negocios para su país y fundamentalmente en
que horizonte camina el pueblo mexicano que con sus 71 pueblos indígenas la
recibió en la Plaza del Zócalo con una bienvenida de diversidad originaria
profundamente sentida traducida en la entrega de un Bastón de Mando.
“Mujeres de
fuego, mujeres de nieve” como canta Silvio Rodríguez es lo que necesita el
planeta no solo en calidad, sino en cantidad. Este perro mundo necesita de más
Mafaldas y Claudias Sheinbaums, para seguir combatiendo a los obsesivos de la
miseria humana empecinados en sus obsesiones.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 05 de octubre de 2024
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