jueves, 2 de enero de 2025

La cancha ensuciada

 

Las canchas sintéticas y las nuevas de grama natural de la Eurocopa y la Copa América son notoriamente más limpias que aquellas en las que se está jugando la política boliviana, a pesar de algunos arbitrajes míopes, sospechosas decisiones tomadas por el VAR y algunos futbolistas siempre dispuestos a hacer de la trampa y la viveza criolla, los últimos recursos para sacar ventaja deportiva. Lionel Messi, conciente de lo que significa la cercanía del retiro, ha declarado que estas son las últimas batallas, las de el, y las de sus compañeros de generación que buscarán mañana frente a Colombia un segundo título consecutivo de Copa América y una cuarta consagración sin traspies, incluidas la Finalísima y la Copa del Mundo en que los rivales superados fueron Italia y Francia nada menos. Messi sabe qué significa retirarse en el momento en que lo dicte su reloj biológico, decisión dolorosa pero ineludible que deben tomar quienes han hecho del  fútbol una carrera con un promedio aproximado de dos décadas de vigencia danzando con sus virtudes y tropiezos sobre el verde cesped.

Si algunos políticos que llegaron a la cima imitaran la sensatez futbolística frente a la hora de colgar los botines, es probable que los países y sus sociedades no andarían metidas en unos laberintos construidos por esas ilimitadas ambiciones y ese extravío que los conduce a concebirse como inmortales. De estas conductas resultan los prorroguismos, las violaciones a las constituciones, las componendas para fabricar leyes cortas que permitan salir del paso e incluso sucesiones presidenciales inconstitucionales que en términos populares se llaman golpes de Estado, pero que los golpistas de turno se resisten a aceptar como ciertas en estos tiempos líquidos de posverdad, construcción de escenarios virtuales y artificiales para descalificar y apartar del camino al adversario.

En tiempos de desenfreno sociodigital hay mentiras que han consagrado a los mentirosos de turno –mentirosos en tanto no pudieron demostrar que las falsedades sobre las que cabalgan jamás podrán convertirse en verdades irrefutables-. En esa cancha en la que campean las infracciones que no han merecido ni siquiera  tarjeta amarilla, en Bolivia no hubo con Rosza Flores una seria intentona terrorista separatista, pues fue nada más un “montaje” (Rubén Costas), pero si hubo un “fraude monumental” y de ninguna manera el derrocamiento ilegal de un gobierno (Carlos Mesa, el historiador al que la historia no absolverá) y en este último tiempo, más precisamente hace un par de semanas no hubo una intentona militar golpista, sino otra “puesta en escena” para que el presidente Arce pueda recuperar algo de oxígeno popular.

Esta es una cancha en que las falsedades y las medias verdades se pretenden imponer a través de las fuerzas combinadas entre redes y medios, a la que ya nos vamos acostumbrando en sentido de que el juego político prescinde cada vez con mayor frecuencia de la verdad y la autenticidad,  preceptos muy poco útiles a las necesidades de los ambiciosos y mentirosos de  turno, y por si no fuera suficiente, mediocres enfermos de importancia que conforme a la tradición señorial han menospreciado por siglos a las clases subalternas.

Desde el día en que el voluntarismo político de procedencia caudillista decidió meterle mano al voto popular para malversarlo (21 de febrero de 2016), Bolivia ha desandado el camino de la institucionalidad y el respeto por las reglas de juego. A partir de ese momento el país fue castigado por un nefasto gobierno de facto, represivo, masacrador y corrupto, y a continuación llegó muy apresuradamente la ruptura del que se autonombra el partido político más grande de la historia del país.

Con el MAS dividido, la guerra de declaraciones, el fuego cruzado casi diario ha adquirido unas características de delirio en que un actor, un solo actor, ha hecho de la afirmación sin fundamento, de la acusación sin pruebas, un estilo político pospresidencial que contradice la experiencia que debiera significar gobernar casi tres lustros, estilo que por supuesto se hace extensivo a un patético entorno de ansiosos, en tanto que su razón de vida pasa por ser  nuevamente ministros y ministras, propósito que de no conseguirse podría generar una frustración insuperable.  

En esta cancha sucia, a punto de quedar mugrienta se está jugando la política boliviana. Resulta que el artículo 209 de la Constitución dice expresamente que los candidatos pueden ser postulados por los partidos políticos, las agrupaciones ciudadanas… y las organizaciones de las naciones y pueblos indígena originario campesinas. Esto significa que Luis Arce podría ser proclamado por el Pacto de Unidad con los personerías al día y las llaves de las sedes de las organizaciones en su poder, lo que terminaría por liquidar definitivamente la ilusión de la recuperación de la unidad. El MAS está partido y no parece que eso vaya a cambiar ni siquiera con una operación milagro.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 13 de julio de 2024

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