Las canchas
sintéticas y las nuevas de grama natural de la Eurocopa y la Copa América son
notoriamente más limpias que aquellas en las que se está jugando la política
boliviana, a pesar de algunos arbitrajes míopes, sospechosas decisiones tomadas
por el VAR y algunos futbolistas siempre dispuestos a hacer de la trampa y la
viveza criolla, los últimos recursos para sacar ventaja deportiva. Lionel
Messi, conciente de lo que significa la cercanía del retiro, ha declarado que
estas son las últimas batallas, las de el, y las de sus compañeros de
generación que buscarán mañana frente a Colombia un segundo título consecutivo
de Copa América y una cuarta consagración sin traspies, incluidas la Finalísima
y la Copa del Mundo en que los rivales superados fueron Italia y Francia nada
menos. Messi sabe qué significa retirarse en el momento en que lo dicte su
reloj biológico, decisión dolorosa pero ineludible que deben tomar quienes han
hecho del fútbol una carrera con un
promedio aproximado de dos décadas de vigencia danzando con sus virtudes y
tropiezos sobre el verde cesped.
Si algunos
políticos que llegaron a la cima imitaran la sensatez futbolística frente a la
hora de colgar los botines, es probable que los países y sus sociedades no
andarían metidas en unos laberintos construidos por esas ilimitadas ambiciones
y ese extravío que los conduce a concebirse como inmortales. De estas conductas
resultan los prorroguismos, las violaciones a las constituciones, las
componendas para fabricar leyes cortas que permitan salir del paso e incluso
sucesiones presidenciales inconstitucionales que en términos populares se
llaman golpes de Estado, pero que los golpistas de turno se resisten a aceptar
como ciertas en estos tiempos líquidos de posverdad, construcción de escenarios
virtuales y artificiales para descalificar y apartar del camino al adversario.
En tiempos de
desenfreno sociodigital hay mentiras que han consagrado a los mentirosos de
turno –mentirosos en tanto no pudieron demostrar que las falsedades sobre las
que cabalgan jamás podrán convertirse en verdades irrefutables-. En esa cancha
en la que campean las infracciones que no han merecido ni siquiera tarjeta amarilla, en Bolivia no hubo con Rosza
Flores una seria intentona terrorista separatista, pues fue nada más un “montaje”
(Rubén Costas), pero si hubo un “fraude monumental” y de ninguna manera el
derrocamiento ilegal de un gobierno (Carlos Mesa, el historiador al que la
historia no absolverá) y en este último tiempo, más precisamente hace un par de
semanas no hubo una intentona militar golpista, sino otra “puesta en escena”
para que el presidente Arce pueda recuperar algo de oxígeno popular.
Esta es una
cancha en que las falsedades y las medias verdades se pretenden imponer a
través de las fuerzas combinadas entre redes y medios, a la que ya nos vamos
acostumbrando en sentido de que el juego político prescinde cada vez con mayor
frecuencia de la verdad y la autenticidad, preceptos muy poco útiles a las necesidades de
los ambiciosos y mentirosos de turno, y
por si no fuera suficiente, mediocres enfermos de importancia que conforme a la
tradición señorial han menospreciado por siglos a las clases subalternas.
Desde el día en
que el voluntarismo político de procedencia caudillista decidió meterle mano al
voto popular para malversarlo (21 de febrero de 2016), Bolivia ha desandado el
camino de la institucionalidad y el respeto por las reglas de juego. A partir
de ese momento el país fue castigado por un nefasto gobierno de facto,
represivo, masacrador y corrupto, y a continuación llegó muy apresuradamente la
ruptura del que se autonombra el partido político más grande de la historia del
país.
Con el MAS
dividido, la guerra de declaraciones, el fuego cruzado casi diario ha adquirido
unas características de delirio en que un actor, un solo actor, ha hecho de la
afirmación sin fundamento, de la acusación sin pruebas, un estilo político
pospresidencial que contradice la experiencia que debiera significar gobernar casi
tres lustros, estilo que por supuesto se hace extensivo a un patético entorno
de ansiosos, en tanto que su razón de vida pasa por ser nuevamente ministros y ministras, propósito
que de no conseguirse podría generar una frustración insuperable.
En esta cancha
sucia, a punto de quedar mugrienta se está jugando la política boliviana.
Resulta que el artículo 209 de la Constitución dice expresamente que los
candidatos pueden ser postulados por los partidos políticos, las agrupaciones
ciudadanas… y las organizaciones de las naciones y pueblos indígena originario
campesinas. Esto significa que Luis Arce podría ser proclamado por el Pacto de
Unidad con los personerías al día y las llaves de las sedes de las
organizaciones en su poder, lo que terminaría por liquidar definitivamente la
ilusión de la recuperación de la unidad. El MAS está partido y no parece que
eso vaya a cambiar ni siquiera con una operación milagro.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 13 de julio de 2024
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