Se equivoca el
opinador Valverde Bravo cuando dice “ya nos conocen, por eso nos tienen miedo”y
a continuación destaca los atributos del llamado modelo cruceño frente al
histórico andinocentrismo del que el departamento más extenso de Bolivia ha
sido víctima durante la historia republicana. Se equivoca porque el miedo no es
a esa visión predominantemente regional que podría catapultar a Santa Cruz
hacia la cosmopolitanización de su cultura, su identidad, y para el gusto de
los empresarios agroexportadores y ganaderos a su empuje emprendedor.
Si ese modelo
cruceño estuviera transversalizado por una vocación redistributiva del
excedente que puede generar con su variedad productiva seguramente estaríamos
hablando de un desarrollo distinto, más equitativo y pensado a partir de un
juego de palabras que podría servir como gran desafío: Hay que bolivianizar
Santa Cruz y hay que cruceñizar Bolivia, esto es, desprejuiciar al
conservadurismo cruceño sobre la Bolivia “colla” y hacerle comprender a la
Bolivia occidental “anticamba”, que los cruceños son tan cruceños y tan
bolivianos como cualquier potosino o paceño.
El opinador se
equivoca porque no es el temor a una manera de pensar acerca del lugar en el
mundo que debe ocupar la cruceñidad o a sus capacidades competitivas el que
podría generar algún miedo. Lo que provoca de Santa Cruz hasta escalofríos, es
que se trata del departamento sede del fascismo, allá donde el Coronel/General
Hugo Banzer Suárez supo construir desde su septenio dictatorial (1971 – 1978)
un modelo político que sigue influyendo en el acontecer nacional de manera
decisiva tal como sucedió con el derrocamiento de Evo Morales, protagonizado
por un puñado de banzeristas que en distintos grados e intensidades mantuvo
ligazones con el militar concepcioneño: Tuto su vicepresidente; Ortíz su
subsecretario; Costas su compañero en la fraternidad Los Tauras y Camacho, hijo
de un empresario falangista que participó en el golpe de 1971.
No es miedo al
modelo cruceño visto desde la economía y la competitivdad productiva entonces,
es miedo a quienes reducen a categoría de bestias humanas a los indios de las
alturas cordilleranas. Es miedo a los que bajan en plan patotero la bandera
indígena constitucionalizada luego de ser izada en un aniversario cívico. Es
miedo a las “ordas” paramilitares de la Unión Juvenil Cruceñista fundada por el
padre del opinador, Carlos Valverde Barbery en 1957, militante de la Falange
Socialista Boliviana (FSB) y ex ministro de Salud de la dictadura de Banzer que
alguna vez declarara ser camba y no sentirse boliviano. Es miedo a esos facinerosos
protegidos por militares y policías que corretearon masistas para hacerlos
apresar ilegalmente en Montero los días del golpe de Estado de 2019, por el
sólo hecho de militar en el partido instrumento de las organizaciones sociales
que han luchado por la autodeterminación y la soberanía a lo largo de la
historia.
Ese miedo pasa
por las masacres que se han producido desde 1921 en Bolivia. A los contubernios
cívico militares en los que en 2019 se añadieron motines policiales. Cuando
Valverde define a los movimientos sociales como “militantes para
gubernamentales” pone en evidencia su representatividad como escribidor de la
Bolivia reaccionaria. Como si la Federación de Mineros, la COB, la CSUTCB, las
Bartolinas y todos los gremios de obreros y campesinos de Bolivia estuvieran
conformados por unos autómatas sin pensamiento y sin conciencia de clase, sin
historia y sin participación en las luchas de un país caracterizado por las
masacres, los desmembramientos territoriales y los saqueos a nuestros recursos
naturales. Esa es la Bolivia que
desprecian por casi ignorancia total los camachistas orgullosos de un modelo
con trampa: En lo que siempre les convino, el “modelo cruceño” se ha servido de
papá Estado con sus operadores en el poder.
El banzerismo
fue tan poderoso que fagocitó al MNR. Con gran lucidez Banzer supo manejar su
relación con Paz Estenssoro que primero tuvo a un vicepresidente militar que le
dio una patada en el culo (Barrientos, 1964), luego apoyó al Coronel junto a la
Falange en el golpe del 71 para recibir otra patada en el culo en 1974 y
terminó su carrera respaldado por ese Coronel que ya era General con el Pacto
por la Democracia en 1985.
Para superar ese
facismo anticomunista en tiempos en que se acabó el comunismo, es decir, para superar
el miedo a los golpes de Estado, al autoritarismo y a las violaciones de los
derechos humanos, los bolivianos de Santa Cruz y de cualquier otro departamento
del país, debemos dejar los prejuicios en la puerta de ingreso y empezar a
conversar para contarnos quienes somos. Como hicieron los empresarios de la
Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO) que se abrazaron en junio de 2021 con los
Ponchos Rojos en Achacachi. Era una escena inconcebible para los racistas y
facistoides de siempre: Cambas emponchados
y con lluchus y aymaras con sombreros
de saó.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe del diario La Razón de La Paz el 15 de enero.
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