La vegetación
húmeda y frondosa –“el monte” que le llaman los cambas que viven en el campo—nos
remite invariablemente a los cuentos y a las novelas del gran Gabriel García
Márquez, aquél que hizo del clima y del calentamiento global, epicentro de sus
fantásticas historias sobre patriarcas, coroneles, terratenientes, putas
tristes y abuelas desalmadas. Hay que haber vivido en la profunda Chiquitania o
en el Norte Integrado para empaparse de esa Bolivia con 37 a 40 grados de
temperatura, y saber de que van estos otros bolivianos a quienes se mira de
desde las alturas cordilleranas, tantas veces con el desdén y menosprecio de
ese andinocentrismo demodé.
Hace como una
década se hablaba en el Beni de carreteras fantasmas, esto es, de proyectos de
infraestructura vial por los que un puñado de pícaros cobraban puntualmente sin
entregar jamás medio kilómetro de obra, pero ahora resulta que lo fantasmal
cobra vida –y fortuna mal habida—en la oficina de recursos humanos del
municipio de Santa Cruz de la Sierra en la que un señor al que le dicen Tony y
apellida Parada, en su calidad de mandamás, habría fabricado ochocientas pegas
para ciudadanos y ciudadanas que no existen, pero que cobraban salarios
puntualmente cada fin de mes durante la gestión de Percy Fernández – Angélica
Sosa.
No hay peor
negligencia que la de no cerrar como se debe una historia matrimonial y por
ello, el señor Parada debe estar lamentandosé haber terminado de mala manera
con Valeria Rodríguez, quién en una mezcla de despecho y sed de justicia habría
encontrado profusa documentación en algún lugar secrerto de su casa, a lo
“Breaking bad”, en la que su ex guardó papeles que lo señalarían como autor de
una maquinaria de cobrar dinero a nombre de ochocientas personas inexistentes,
durante por lo menos cuatro a cinco años.
Hay que suponer
que esta no es la Santa Cruz y la Bolivia federal que quiere Luis Fernando
Camacho, aunque tampoco debería ser esa que convierte a un comité cívico en un
ente supraestatal que organiza el tráfico vehicular y el de personas cada vez
que se decide un paro al estilo golpista de noviembre de 2019. Y tampoco será la Santa Cruz y la Bolivia
federal ideales, la que le franquea las posibildades a un médico de apellido
Amelunge de reabrir una clínica de nombre Santa María, utilizando la figura de
su padre muerto, otro verdadero escándalo del macondiano departamento más
grande del país.
Santa Cruz es
una tierra de oportunidades y hospitalidades, realidad indiscutible, aunque
sobre todo la hospitalidad que pasa por el
costumbrismo sea más generosa con el blancoide de “buena familia”. Pero es
también el lugar en el que el pragmatismo ha roto la barrera del pudor para
incursionar en ciertas actividades y eso también se lo debemos al banzerismo,
desde el que la actividad del narcotráfico no sólo generó nuevas fortunas, sino
también, nuevos arquetipos del heroísmo popular traducidos en hospitales,
plazas y escuelas para olvidadas poblaciones rurales a las que el Estado
boliviano jamás tuvo la intención de llegar.
Hay una palabra
que se usa en Santa Cruz y no en otros lugares del país: Meleador. Define a la
persona que a través de las malas artes, la corrupción o el simple robo
consigue bienestar material en desmedro de personas e instituciones de las que
se aprovecha circunstancialmente para obtener un beneficio a costa de la
desgracia ajena, en el caso de Tony Parada, del municipio cruceño y en el del
Doctor Amulenge, pisoteando la tumba de su padre Que Dios lo Tenga en su
Gloria, ya que hay una efervescencia por la Biblia y la palabra de Dios en la
tierra de Rómulo que casi seguro volvería a matar a Remo si este osara
resucitar para disputarle las coordenadas y los límites de la ciudad de los
anillos.
Como para que la
historia quede felizmente completada, el Fiscal de Distrito de Santa Cruz,
Roger Mariaca, ha designado a Mauricio Toro Flores, Fiscal anticorrupción para
que investigue la trama, con el antecedente de haber rechazado en principio la
denuncia de la señora Rodríguez. ¿Quién
es este Fiscal? Nada menos que un ex funcionario municipal cuando ejercía
funciones la señorona del pueblo, Ángelica Sosa, a la que el legendario Percy
le profesaba una fe ciega. Debe ser una
broma dirán muchos horrorizados y la respuesta es no, porque así se manejan
justicias e injusticias en la tierra de Melchor Pinto Parada.
Las propiedades
conmutativa, asociativa y distributiva de las matemáticas nos enseñan que las
formas en que se sumen y multipliquen los números pueden ser variadas, pero que
los resultados conducirán necesariamente al mismo lugar. Sirva este paralelismo
para comprender la corrupción como sistema, aquél que puede verse liberado de
equilibrios y contrapesos en caso de que un modelo estatal federal elimine del
espectro al último gran vigilante, el eslabón todavía en condiciones de
combatir meleadores: El Estado central.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 04 de diciembre.
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