No sabemos si
Juan Basilio Catacora, revolucionario ahorcado de la Junta Tuitiva de la
revolución de Julio de 1809 en La Paz es antepasado de Luis Arce, pero de lo
que ya no hay dudas es de su filiación
ideológica que pasa por el Partido Socialista 1 fundado por Marcelo Quiroga
Santa Cruz y su compromiso como mentor y ministro de Economía de Evo Morales
con el proceso político institucional que ha dado lugar al salto cualitativo de
Bolivia a su condición de Estado Plurinacional.
Cuando era
ministro de Economía y Finanzas Públicas, Arce Catacora, luego de sus
extenuantes jornadas de trabajo, llegaba a casa y se quedaba en el escritorio
para leer las últimas publicaciones especializadas en su materia, esa en la que
estuvo empeñado en generar políticas públicas basadas en el potenciamiento del
mercado interno, la equidad y la redistribución de los recursos, y las condiciones para que Bolivia fuera país
sudamericano número uno en crecimiento durante por lo menos cuatro años
consecutivos.
En un debate que
tuve el privilegio de moderar (Televisión Boliviana) en pleno desarrollo de la
Asamblea Constituyente, “Luchito” le dio una lección a Samuel Doria Medina. Lo
hizo con la tranquilidad de siempre, sin alterarse y exponiendo datos y
argumentos. Ese Arce ministro jugaba basquetbol los fines de semana en una
cancha cualquiera de Achumani (Zona Sur, La Paz) con los chicos del barrio,
bailaba caporales y morenada con gran solvencia, y era capaz de convertirse en
alma de la fiesta, además, por su agudo sentido del humor, y también se daba tiempo alguna vez para jugar paleta en
algún frontón de Miraflores.
Un cáncer de
riñón lo alejó del ministerio en 2017 y con tratamiento oportuno y disciplina
pudo superarlo hasta llegar a la candidatura presidencial de 2020 en la que con
un equipo de atentos asesores azotó a los prepotentes y sabelotodos estrategas
de campaña de las tiendas opositoras, esos que se pavoneaban con sofisticados
conocimientos de marketing político y fueron derrotados por una campaña
sustentada en algo así como una sociología de la cotidianidad, allá donde vale
más compartir una charangueada y un vaso de chicha que discursear desde Zoom.
El Presidente
Arce no quiere estar hasta en la sopa de los ciudadanos. No le interesa que
transmitan en vivo todos sus actos y sus eventuales encuentros deportivos. Es
decir, prefiere dejar respirar a los bolivianos su día a día sin cargosear y
sin incurrir en saturantes apariciones mediáticas. Eso sí, tiene spots
televisivos y gigantografías en calles y plazas poniendolé la firma a su
gestión. Que le quede claro a la corporación gagá de opinadores de diarios
conservadores: Es él quién gobierna, aunque Evo llame muchas veces al día o se
tome la licencia de contactar directamente con algunos ministros.
Y como para que
quede clara la consolidación de los niveles de aceptación y popularidad
presidencial, una última encuesta ha producido los siguientes resultados de
imagen positiva y muy positiva: Luis Arce 40%. David Choquehuanca 29%.
Andrónico Rodríguez 27%. Luis Fernando Camacho 26%. Manfred Reyes Villa 24%. Evo
Morales 23%. Carlos Mesa 23%. Seguramente los agoreros de la inminente
implosión masista quedarán contrariados con semejantes datos, sencillos de
comprender en tanto Arce Catacora tiene
un capital de credibilidad acumulado en quince años como mandamás de la
economía nacional y da señales de eficiencia y compromiso en materia de
cobertura en la vacunación contra el corona virus.
En los discursos
del 6 de agosto y del 8 de noviembre (aniversario patrio y primer año de su
gestión) sus adversarios de Comunidad Ciudadana y Creemos, chillaban,
insultaban, se desgañitaban, mientras Arce Catacora avanzaba imperturbable en
la exposición de sus argumentos. Nada lo distraía, ni los peores modales de
senadores y diputados opositores, y no le tembló la voz cuando tuvo que decir
las cosas por su nombre: golpe de Estado y golpistas, para que les quede grabada
en la memoria la forma en que derrocaron a Evo Morales dos años atrás.
Arce Catacora, uno
de los pocos ex ministros de Evo que obtuvo el salvoconducto de la Cancillería
encabezada por la arbitraria Karen Longaric, se vió obligado a transitar por
una ruta del infierno para llegar al aeropuerto y poder partir hacia México,
país que le concedió el asilo político. Fue la embajadora María Teresa Mercado
quién lo acompañó hasta la puerta del avión, luego de agresiones verbales y
conatos de captura de parte de policías que recibían instrucciones del ministro
de la muerte, Arturo Murillo. Arce jamás hizo de su riesgosa situación una
bandera personal para promocionarse. Se trata de un hombre que ha hecho de la
discreción un estilo. Prudente y de perfil bajo, sabe cuándo debe hablar, pero
sobre todo tiene muy claro cuándo y dónde no debe estar. Es por ahí que podría
explicarse la popularidad que por lo hoy lo sitúa en el podio del escenario
político boliviano.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el sábado 18 de diciembre
No hay comentarios:
Publicar un comentario