Si el Movimiento
al Socialismo (MAS) no asume hasta ahora que el derrocamiento de Evo Morales se
gestó, en primer lugar, desde las redes sociales y predominantemente desde
Facebook, el único partido político con presencia absoluta en el territorio
nacional está en serios problemas. Si el MAS y su institucionalidad gubernamental
juegan todas sus opciones a la conformación de un ejército de guerreros
digitales con cabezas de espadachines callejeros, significa que cree que se
trata de un asunto de antiguos soldados y desconoce por completo la existencia
del secretísimo algoritmo con el que opera ese nuevo amo del planeta llamado
Mark Zuckerberg, más poderoso que por lo menos todos los presidentes de América
Latina juntos.
La guerra por el
affaire Gabriela Zapata el MAS
comenzó a perderla en las redes, e insisto, principlamente en Facebook que en
conexión con Instagram y Whats App ha amasado una megafortuna facilitada por
tres mil millones de usuarios de los más diversos intereses, lucidamente
acarrerados como rebaño y agrupados como activistas de una idea, un producto,
una causa o un odio. Bien compara la especialista Natalia Zuazo (Los dueños de Internet, Debate, 2018) el
misterioso algoritmo feisbuquero con
la pócima secreta de la llamada gasesosa negra del Imperio que ha producido
generaciones de adictos, no sabemos –nunca lo sabremos-- exactamente cómo y por
qué. Lo que cuenta es que consumen Coca Cola con devoción religiosa.
Facebook se cayó
el lunes 4 de octubre durante casi siete horas, desaparición de la red que le
significó 6600 millones de dólares en pérdidas, mientras surgían detractores,
ex empleados, futurólogos, teóricos de la conspiración y otras calidades de
brujos para fustigar la existencia de una herramienta ya adherida a las pieles
y a las emociones de quienes se sumergen en ella entre una y veinte horas al
día. Cuánto más tiempo se navegue por las aguas que ofrece Zuckerberg, más se
afianza esta nueva manera de construir una sociedad global en la que los
nacionalismos funcionan como activadores de debates y afianzadores de miradas y
peligrosos comportamientos fundamentalistas.
Ese es el
contexto en el que se construyó un imaginario digitalizado que en lenguaje
tuitero podría traducirse en hashtags: #Evomeharobadoelvoto. #Evodictador.
#Evonocreeendios. Charles Arthur, otro experto en la materia, acaba de publicar
“Social warning” (Calentamiento social) que valiéndose de un paralelismo con el
concepto que compromete el calentamiento del planeta producto de la devastación
medioambiental, analiza el socavamiento de las democracias del nuevo siglo con
la utilización del perverso mecanismo carente de transparencia consolidado por
Facebook y sobre el que sus cerebros y todos sus trabajadores están
terminantemente prohibidos de hablar.
Este hilo
crítico nos conduce a comprender cómo los pititas urdieron sus amarres en sus
computadoras y en sus celulares. Cargaron las tintas persecutorias con
instrucciones de horarios, direcciones y métodos de ataque para finalmente saltar
desde sus mullidos sillones giratorios
hacia las calles donde comenzarían a traducir ese calentamiento social al que
se refiere Arthur con lujo de detalles, en acciones de amenazas,
amedrentamientos, ultimátums y vigilias en inmediaciones de los domicilios de
los demonios masistas a los que había que cazar. A dos años de tales
acontecimientos, las consecuencias de las acciones perpetradas entre octubre y
noviembre de 2019 son terminantes y objetivas: El perfil del clasemediero,
profesional o intelectual con militancia en el partido azul ha dejado de figurar
en tareas de contraataque y contención. Como bien dice Marcelo Arequipa en su
columna del pasado jueves, han desaparecido los mensajeros políticos mientras
el ahora gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, ha pasado al frente
con esa garra tan característica del falangismo que resistió al MNR del
52. El facista tiene a miles que teclean
por él.
No hay guerrero
digital que funcione si no es con la dirección de expertos en marketing digital
capaces de producir microtargeting, que
por ejemplo le generó a la candidatura de Donald Trump (2016) 647 millones de
menciones gratuitas en los medios equivalentes a 2600 millones de dólares. En
otras palabras, si se trata de encarar en serio la guerra por redes es la hora
del rigor y la alta calificación técnica porque con el entusiasmo militante ya
no alcanza. Debe quedar meridianamente claro: Para lograr la renuncia de Evo
Morales, todo comenzó en Facebook donde se fue gestando a fuego lento en el
imaginario que Dios y la democracia no pueden pertenecerle en exclusividad a un
caudillo autócrata. No importa cuan ciertas sea esto. Son creencias, y las
creencias son verdades absolutas. Aunque sean mentiras.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe del diario La Razón el 09 de octubre
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