La ingenuidad chuquisaqueña y el vigor combativo del indigenismo paceño han puesto en evidencia quiénes son las marionetas y quiénes mueven los hilos.
Se trata de la vieja pugna entre el poder económico esencialmente concentrado en Santa Cruz y representado por el civismo del Comité y el poder político en construcción del MAS que camina hacia la proyección y consolidación definitivas de su líder Evo Morales.
Los sucrenses se han convertido en las marionetas del autonomismo departamental y los dos millones de paceños instalados en las avenidas Juan Pablo II, 6 de Marzo y la Autopista han reafirmado que en la sede de gobierno hay tradición política, hay experiencia de lucha y finalmente, necesidad de afirmación regional. Si Santa Cruz hace cabildos por la patria chica, nosotros los duplicamos, piensan ahora los chucutas.
El cabildo no era del MAS, pero indirectamente podría serlo, si pensamos en cuáles son los porcentajes que la sede de gobierno, El Alto y las veinte provincias que le permitieron a Evo el triunfo contundente del 18 de diciembre de 2005 con el 53.7 por ciento del electorado. De esos probables dos millones de ciudadanos se podría hacer un cálculo de cuántos votaron por la propuesta del ahora partido gobernante.
A Santa Cruz le interesa un cacahuate si la sede está en La Paz o Sucre. Con su respaldo a la capital histórica cree que erosionará la preeminencia masista en todas las esferas políticas formales, sin advertir que podría estar cabando su tumba en caso de que la Asamblea naufrague porque tal cosa significaría, también, tirar por la borda la decisión del referendum por autonomías departamentales, lo que le daría al MAS la opción de agudizar las contradicciones, ajustando las tuercas en favor de un centralismo peor del que hasta hoy tenemos.
El cabildeo y la política en las calles no tienen soporte legal e institucional, pero si un efecto rotundo en el inconciente colectivo. Una cosa es la gente acudiendo a votar ordenadamente un domingo de elecciones generales, y otra contar con esa gente haciendo masa compacta, construyendo muchedumbre, profiriendo consignas fuertes como "la sede no se mueve", "la sede sí se mueve", "señores de la media luna no nos provoquen, van a despertar al león", o "autonomía carajo".
Hay un remezón en el intestino grueso de la democracia. La gente habla, conversa, discute, debate y camina kilómetros para opinar con bandera o pancarta en mano.
Lo que la gente todavía no lee es que de estas expresiones nace la instrumentalización política y que tanto Sucre como La Paz están siendo digitadas por dos visiones de país y del mundo, la una conservadora, profundamente reaccionaria; y la otra con la imposibilidad de convertirse, por lo menos por ahora, en un proyecto liberado de las prácticas sindicales, de la torpeza para hacer gestión pública y de la desigualdad de intereses y motivaciones en el mismo seno del MAS, ese ente poliforme que tiene una gran cabeza, pero cada vez más, muchas pequeñas cabezas.
Se trata de la vieja pugna entre el poder económico esencialmente concentrado en Santa Cruz y representado por el civismo del Comité y el poder político en construcción del MAS que camina hacia la proyección y consolidación definitivas de su líder Evo Morales.
Los sucrenses se han convertido en las marionetas del autonomismo departamental y los dos millones de paceños instalados en las avenidas Juan Pablo II, 6 de Marzo y la Autopista han reafirmado que en la sede de gobierno hay tradición política, hay experiencia de lucha y finalmente, necesidad de afirmación regional. Si Santa Cruz hace cabildos por la patria chica, nosotros los duplicamos, piensan ahora los chucutas.
El cabildo no era del MAS, pero indirectamente podría serlo, si pensamos en cuáles son los porcentajes que la sede de gobierno, El Alto y las veinte provincias que le permitieron a Evo el triunfo contundente del 18 de diciembre de 2005 con el 53.7 por ciento del electorado. De esos probables dos millones de ciudadanos se podría hacer un cálculo de cuántos votaron por la propuesta del ahora partido gobernante.
A Santa Cruz le interesa un cacahuate si la sede está en La Paz o Sucre. Con su respaldo a la capital histórica cree que erosionará la preeminencia masista en todas las esferas políticas formales, sin advertir que podría estar cabando su tumba en caso de que la Asamblea naufrague porque tal cosa significaría, también, tirar por la borda la decisión del referendum por autonomías departamentales, lo que le daría al MAS la opción de agudizar las contradicciones, ajustando las tuercas en favor de un centralismo peor del que hasta hoy tenemos.
El cabildeo y la política en las calles no tienen soporte legal e institucional, pero si un efecto rotundo en el inconciente colectivo. Una cosa es la gente acudiendo a votar ordenadamente un domingo de elecciones generales, y otra contar con esa gente haciendo masa compacta, construyendo muchedumbre, profiriendo consignas fuertes como "la sede no se mueve", "la sede sí se mueve", "señores de la media luna no nos provoquen, van a despertar al león", o "autonomía carajo".
Hay un remezón en el intestino grueso de la democracia. La gente habla, conversa, discute, debate y camina kilómetros para opinar con bandera o pancarta en mano.
Lo que la gente todavía no lee es que de estas expresiones nace la instrumentalización política y que tanto Sucre como La Paz están siendo digitadas por dos visiones de país y del mundo, la una conservadora, profundamente reaccionaria; y la otra con la imposibilidad de convertirse, por lo menos por ahora, en un proyecto liberado de las prácticas sindicales, de la torpeza para hacer gestión pública y de la desigualdad de intereses y motivaciones en el mismo seno del MAS, ese ente poliforme que tiene una gran cabeza, pero cada vez más, muchas pequeñas cabezas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario