jueves, 2 de enero de 2025

Vamos todos juntos de nuevo

 

“Del capitán de los argentinos: Acá están los pueblos, las ciudades y nuestro suelo. Acá están mis compañeros, los utileros, los ayudantes y todos los que se pusieron esta camiseta. Acá están los clubes de barrio, las canchas de barro. Y las escuelas. Acá están las alegrías. Las tristezas. Los abrazos y los llantos. Acá está mi familia y la familia de cada uno de ustedes. Acá están los que ya no están. Acá estás vos. Acá, en el corazón, está Argentina. Vamos todos juntos de nuevo. (Que lindo es ser hincha de Argentina).”

A veces los maestros de la creatividad y la redacción publicitaria son capaces de construir piezas como esta que compendia toda una historia, la de millones de vidas entrelazadas que asumen conciencia de ese entrelazamiento cuando juega la selección argentina: Cinco millones de personas celebrando en plazas y avenidas la obtención de la tercera estrella en diciembre de 2022, lo que cien líderes políticos juntos no podrían lograr ni aunque renacieran una y otra vez.

 El mensaje que inicia esta columna es tan perfecto y emocionante que me hizo retroceder hasta 1978, cuando la celeste y blanca ganó por primera vez una copa del mundo y empecé a comprender que el don de la palabra y su relación con la pelota permitían que el ser humano expresara su totalidad de la cabeza a los pies. Personas que juegan al fútbol, no futbolistas a secas, como diría el procer del castellano futbolero, Cesar Luis Menotti, nos enseñó que en el buen decir podrían estar guardados muchos secretos de como llegarle mejor a aquél hombre que salta al verde césped con la ilusión de hacer un gran partido y de entregarle a la gente de las gradas y a aquella que aguarda frente al televisor, un espectáculo capaz de llenarle los ojos y hacer que por sus venas corra la sangre de la felicidad.

Messi les habla a los argentinos para convocarlos a la reinauguración del sueño y la ilusión de un nuevo triunfo ahora que se viene una nueva Copa América. Lo hace leyendo un texto con las pausas que le aconsejan quienes dirigen el audiovisual para decir, para hablar, para traducir precisamente en palabra, todo lo que su incomparable talento desata en la gente con los movimientos, los pies, las asistencias para que alguno de sus compañeros convierta, las triangulaciones infinitas, los amagues, las gambetas, con los disparos al arco con pelota en movimiento o esos envíos de pelota parada que entran por las escuadras para sacudir las mallas, allá donde los mejores porteros no llegan ni en su mejor vuelo. Messi también puede emocionar con la palabra, como ya lo demostrara en la arenga a sus compañeros en el vestuario antes de salir a la cancha del Maracaná para ganarle a Brasil en Rio de Janeiro esa Copa América que la albiceleste pudo obtener después de 28 años, sumando quince trofeos continentales para su palmares.

Las palabras que pronuncia Messi certifican eso que el entrenador italiano Arrigo Sacchi dijera con lucidez sobre este juego que desata pasión, militancia y fanatismo: El fútbol es lo más importante de lo menos importante. Y eso menos importante comprende una soberanía popular acerca de una forma de jugar, un territorio del que ha nacido esa soberanía de estilo, una conciencia y una memoria histórica que nos recuerda siempre que el fútbol es un proyecto colectivo con quienes están en las canchas y quienes están afuera generando todas las condiciones para que en los gramados las cosas sucedan de la mejor manera.

El fútbol es una forma de ser desde cuando se comienza en el patio de la casa, en el callejón del barrio, en la cancha de tierra del pueblito más recóndito y para que  todo esto pueda materializarse están los nuestros y las nuestras, los que nos dieron vida y a quienes trajimos al mundo. El fútbol, en buenas cuentas, forma parte de nuestras construcciones históricas y eso en Argentina lo tienen más claro que en otros territorios, lo mismo que con la música, el cine y el teatro y cada vez menos con la política, allá donde el chanterío es el lado B de la identidad, allá donde un presidente les dice, nos dice, zurdos de mierda, a aquellos que admiramos a esos comunistas de pensamiento y entraña que creen que el mundo como el fútbol es una obra colectiva.

Messi está jugando en el Inter de Miami con una camiseta rosada que ya se ha vendido por millones. Se está retirando del fútbol en cámara lenta junto con sus más queridos compañeros. Ahí están Luis Suárez, Jordi Alba y Sergio Busquets abrazandosé con el,  como en el potrero jugando un picado a cualquier hora. Lo ha planeado todo en una combinación  de últimos negocios como futbolista y de geografía bien pensada: Juega en Estados Unidos donde ahora tiene lugar la Copa América y en 2026 la Copa del Mundo.  No sabe si estará en condiciones de jugar un sexto mundial. Lo que siempre tiene presente es ese “vamos todos juntos de nuevo”. Es el más grande futbolista de todos los tiempos, por perseverancia y por conciencia de lo que son triunfo y derrota.  Aunque Menotti diga que  fue Pelé.




Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 15 de junio de 2024

No hay comentarios:

La inocencia nunca nos vale

  En tiempos de redes sociales y de fiebre tiktokera los orígenes de hechos históricos trascendentes se han perdido irreversiblemente en la ...