El dizque
periodismo que practica el diario Página Miente es una mezcla de caviar con
nachos. Confunde la velocidad con el tocino, y cree haber descubierto la
fórmula para descomponer la cuadratura del ciclo. Su problema es profundo y ético
porque se maneja por referencias morales
--no soporta saberse parte del golpismo de 2019—y en ese transcurrir
salta de consigna en consigna para trampear a la hora de pretender exponer los
hechos.
Página Miente no
admite que le emponchen formar parte de un cartel que distorsiona la materia
básica de la que se nutre el periodismo consistente en acontecimientos y hechos
verificables en la realidad. Su atrincheramiento pasa por la formidable
conclusión de que como Evo Morales renunció, lo del golpe de Estado es una
patraña, una posverdad. Ni los trituradores de teclados con los que cuenta se
lo creen, pero insiste porque necesita encontrar un detergente lava conciencia
que no existe. Lo uno no tiene nada que ver con lo otro. Evo pudo haber
renunciado y hasta pensar que una sucesión inconstitucional le serviría para
atenuar su salida del gobierno en calidad de víctima, producto de su forzada candidatura violatoria
del resultado de un referéndum, y eso nada tiene que ver con la forma en que se
operó la llegada de Jeanine Áñez a la presidencia del Estado.
El periodismo
boliviano, lo mismo que los actores políticos con la justicia, debería firmar
un gran acuerdo gremial desprovisto de filtros ideológicos y líneas editoriales
en defensa radical e incondicional de los derechos humanos en un país tantas
veces aplastado por la violencia política y las masacres, pero gran parte de
el, enquistado en estructuras empresariales devotas del capital transnacional,
del saqueo y la injerencia, prefiere mirar para otro lado y defender lo indefendible:
Las resoluciones contrarias a la Constitución para instalar un gobierno, que
por si fuera poco, hizo de la transición un enorme campo de juego para la
represión policial-militar, la
corrupción, el matonaje y la extorsión judicial.
Página Miente es
heredero sentimental del golpismo banzerista de 1971. Tiene en su ser
ideológico una visión entre reaccionaria y neoliberal de la política y de la
economía, y desde estas matrices puede comprenderse que pretenda subestimar a
su puñado de lectores, diciendo que como Evo renunció “voluntariamente” no hay
tal golpe. Consideración tan peregrina como esta no es un razonamiento. Es un
artefacto barato y deleznable. Para llegar a la silla presidencial, Áñez no
pasó por la recomposición previa de la directiva del Senado, en primer lugar, y
menos se encontraba en la línea de sucesión en su calidad de segunda
vicepresidenta. Al no haberse tratado formalmente las renuncias de Morales,
García Linera, Salvatierra y Borda, al no haberse instalado las sesiones de la Cámara
Alta primero y de la Asamblea después, los asaltantes del poder –la propia Áñez
instrumentada por sus colegas Ortíz y Murillo-- se pasaron por encima la
normativa para agarrar al vuelo un comunicado del Tribunal Constitucional
aludiendo a la sucesión de 2001 --Jorge
Quiroga sucediendo a Banzer-- como antecedente y con la que el Doctor Luis
Vásquez Villamor, amigo abogado de Tuto, fabricó el embuste del Ipsofacto con
el que se pretendió embaucar a todo el país. La realidad, los hechos, es decir
el periodismo apegado a la verdad
histórica, demuestran que no lo logró, que un comunicado no puede ser el
sustento para la elección del presidente
de un Estado, con prescindencia de sus instancias y procedimientos institucionales
señalados por norma. Tomaduras de pelo como esa, sólo pueden funcionar en una
película neocolonialista sobre alguna república bananera de los 60.
Si Página Miente
prefiere, no le llamaremos Golpe de Estado. Dejemoslo en sucesión
inconstitucional y en consecuencia, en gobierno de facto, que relativizó sus
acciones y pretendió ataviarse de
democrático con el alargamiento de mandatos de senadores y diputados hasta que
se realizaran nuevas elecciones, luego de anuladas las de 2019. Si las cosas no
se tornaron peores fue porque algunas voces sensatas evitaron que funcionara el
plan de la proscripción del MAS del ordenamiento electoral boliviano,
interceptado por quienes estaban concientes de que semejante intento abría las
compuertas de la guerra civil.
La insistencia
en un fraude nunca demostrado técnica y juridicamente, y en la defenestración
no del candidato Morales, sino del Presidente Morales (su mandato debía
concluir en enero de 2020) dió lugar a la interrupción de la democracia plena
que sólo es tal con todos los órganos del Estados legal y legítimamente
constituídos. Periodistas como el que escribe, tienen documentados los hechos a
través de un trabajo de veinticuatro meses. Desafío a Página Miente y a cuantos
medios quieran, juntos o por separado, a debatir publicamente las
características de la estructuración del gobierno de Áñez.
¿Qué parte de sucesión in-cons-ti-tu-cio-nal
no quiere entender Página Miente y similares para que se la expliquemos una y
mil veces?
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 26 de febrero.
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