Los géneros
literarios, musicales y audiovisuales pertenecientes a la cultura popular, se
encuentran fuertemente conectados con el relato político al que algunos
analistas de coyuntura suelen no otorgarle importancia “categorial”, para
decirlo pronto y en difícil, como corresponde hacerlo en el caso de Jeanine
Áñez, la expresidenta accidental, transitoria o de facto de la “República” de
Bolivia que decidió trasladar su despacho al original de la vieja casona o
Palacio Quemado en actitud negacionista de las transformaciones
constitucionales operadas en Bolivia desde 2006. Así, Áñez negó la existencia
del Estado Plurinacional, negó a la whipala como símbolo patrio oficial, negó
que la Casa Grande del Pueblo fuera simplemente un edificio con oficinas para
el trabajo y de ninguna manera un palacete de lujos asiáticos, negó que los
masistas fueran ciudadanos bolivianos y por eso no le tembló la mano para
firmar el decreto 4078 que liberaba de posibles culpas a militares que fueran a
abrir fuego contra los fascinerosos que no admitían el derrocamiento de Evo
Morales.
Las lenguas
viperinas dicen que Jeanine Áñez era vendedora de cosméticos y productos de
belleza, actividad comercial que le permitía algo así como un refuerzo salarial
a su dieta parlamentaria. Existe también mucha información acerca de su
parentesco con benianos de San Joaquín presuntamente vinculados al tráfico de
cocaína. Se sabe que la captura de varios de ellos le habría generado un gran
rencor contra quién habría ordenado algunas pesquisas y apresamientos, el que
fuera Ministro de Gobierno, Carlos Romero. En las redes sociales, cuando Áñez
era senadora, fue objeto de memes y malos tratos publicados en la banda ancha
de su filiación política, alguna frase disparatada y sus relaciones personales.
Jeanine Áñez ha
traído de retorno el melodrama latinoamericano a nuestras pantallas, ediciones
digitales y testimonios orales. Su antecesora había sido Gabriela Zapata, la
mediática ex novia de Evo Morales que de la noche a la mañana quiso que su
dinero la llevara a la fama con estilo muy erótico y a las páginas glamorosas
de revistas y portales donde la cursilería y la frivolidad generan felicidad e
ilusión a miles y miles de mujeres que soñarían con ser iguales a su heroína de
la telenovela noticiosa. Ahora reside en
el mismo recinto penitenciario, con detención preventiva, una ex presidenta del
país que presenta la imagen de una pobre mujer gobernada por la hipertensión
arterial, la gastritis aguda y la depresión, agobiada por presuntas
vulneraciones a sus derechos ciudadanos. A la hora en que sus coterráneos
pudieron expresarle su confianza cuando se postuló a gobernadora del Beni,
estos decidieron que habían mejores opciones y apenas le concedieron un
miserable 13% de la votación. Si quería evitar todas las incomodidades y el
calvario actuales, debió pensar que con su tercer lugar en las Subnacionales,
el camino a seguir era el de sus ex ministros Arturo Murillo y Luis Fernando
López: la huída. Si así hubiera sido, es probable que ya estaría en condiciones
de exhibir un envidiable bronceado conseguido en playas de South Beach.
Dicen que a Jeanine
Áñez la pillaron con las maletas hechas para rajar de Bolivia cuando fue
detenida en un apartamento en Trinidad. Y a partir de entonces se ha instalado esta
historieta que para unos será bolero y para otros solamente una balada
cursi. El engreimiento del personaje, a
estas alturas más cercano a la ficción que a la realidad, ha dado lugar a un
supuesto intento de suicidio, a una victimización que siempre tiene buena
prensa e interlocutoras activas y muy escénicas como Amparo Carvajal que
debería ser llamada Desamparo por quienes le pidieron auxilio y a los que nunca
escuchó, que con el bastón de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos,
sentada en la calle en postura de indefensión, llora a moco tendido por la
pobre ex Presidenta violada en sus derechos y nueva perseguida política de los
vengativos masistas.
El mediocre
guión de la historieta de la señora Áñez, divorciada, madre de una niña y un
niño, podría tornarse en novela con desenlace trágico, luego de haber ingerido
de su propia medicina en dosis muy distintas y tolerables, que las que dio a
probar a través de su aparato represivo cuando era presidenta, a varias mujeres vinculadas y no vinculadas
al MAS, detenidas, torturadas, encadanadas y traumatizadas para siempre. Si el desenlace
es fatal, los culpables serán Evo Morales, Luis Arce y todos los endemoniados
masistas, incluidos los monigotes del Órgano Judicial, que no se apiadaron de
su comprometida condición anímica y de salud, por lo que sería sensato otorgarle
detención domiciliaria para que pueda ver tele en su casa y no tenga problemas
de correr al refrigerador para tomarse un jugo de acerola o copoazú. De esta manera, concluiría otro episodio del
melodrama nacional y ya no habría lugar, hasta la próxima vez, para más tribulaciones
en nuestro valle de lágrimas.
Originalmente publicado el 28 de agosto en la columna Contragolpe del diario La Razón.
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