Cuando quedó
claro y en oportunidades reiteradas que en el Hernando Siles de La Paz,
argentinos, brasileños y ecuatorianos aprendieron a ganarnos, superando la
barrera imbatible de la altitud de los 3600 metros sobre el nivel del mar, una
astuta decisión marketera medioambiental emergida de la Federación Boliviana de
Fútbol (FBF) nos condujo a seguir viajando hacia el cielo: Como La Paz ya no es
el fortín inexpugnable que tuvimos siempre instalado en nuestro imaginario, se
hacía necesario trepar y de esta manera la selección boliviana ascendía hacia
los cuatro mil metros de la ciudad de El Alto para que “nadies” nos ganara otra
vez.
Hasta ahora la
aplicación de esa máxima universal de jugar donde uno vive ha tenido resultados
incuestionables. Aunque ninguno de los futbolistas de la Verde viva en El Alto
y sólo acudan a jugar al estadio de Villa Ingenio para enfrentar a Always Ready
por el torneo nacional. Bolivia le ganó rotundamente a Venezuela (4-0), cuando
la Vinotinto había exhibido un interesantísimo rendimiento en la Copa América
jugada en los Estados Unidos y se situaba en la cuarta ubicación de las
clasificatorias-eliminatorias sudamericanas que conducen hacia la Copa del
Mundo de 2026.
La idea de persistir
aferrados a la muleta de la altura había funcionado en ese partido contra los
venezolanos y en términos de resultados también sucedió frente a Colombia
(1-0), aunque nadie dijo esta boca es mía para reconocer, si nos atenemos
estrictamente al trámite del partido, que Bolivia pudo perderlo facilmente por
los menos 1 – 3. Como el golazo de Miguel Terceros fue tan extraordinario,
futboleras y futboleros hicimos de ese momento el punto de inflexión que nos
señalaba el camino hacia un puesto de clasificación y ya no miramos los últimos
quince minutos en que los colombianos nos pelotearon sin cansancio (dos postes
incluidos) y la línea de fondo hizo milagros para evitar la caída de la
portería del siempre sacrificado Guillermo Vizcarra.
Otro factor que
nos llevó hacia el final del túnel del autoengaño fue el triunfo frente a Chile
en Santiago. Por fin Bolivia, después de treinta años, ganaba un partido en
cancha ajena. A pesar del resbalón y lesión de Lampe que facilitó el empate
transitorio de la roja a cargo de Vargas, Bolivia como casi nunca sucede se
rehízo y anotó a poco de mover la pelota producto del contraste. 2 -1 frente al
equipo de Gareca (otra vez Terceros) y a comenzar a soñar en serio con llegar a
México-Estados Unidos-Canadá.
Soñar no cuesta
nada dice el lugar común y cuando estábamos en lo alto de nuestras ilusionadas
expectativas, había que viajar a jugar a Buenos Aires en el Monumental contra
el campeón del mundo que en el partido de ida nos había azotado (0-3) en
Miraflores, y ahora agregaba media docena a sus estadísticas con un Messi en
estado de gracia encabezando una albiceleste que más parece un equipo de
champions europea que una selección sudamericana.
Perder de visita
y por goleada, nos sitúa en la horrible estadística de haber soportado en esta
eliminatoria cinco de los diez resultados más abultados en contra, añadiendolé,
por supuesto, el 0 – 4 soportado en el Isidro Romero de Guayaquil contra
Ecuador. Si Bolivia había logrado ganar a domicilio después de treinta años,
con esta derrota sumó dos goleadas consecutivas en contra y desnudando
nuevamente su nula capacidad de competir en la realidad dominante del fútbol
mundial que consiste en jugar al nivel del mar.
Ecuador se había
impuesto (2-1) en el Hernando Siles en el partido de ida (2023) y ni siquiera
por este antecedente, el seleccionador Oscar Villegas se detuvo a pensar que armar
dos equipos distintos para esta fecha resultaba equivocado. El razonamiento
tiene que ver con la prioridad que Bolivia le asigna a ganar en El Alto y para
ello resultaba conveniente no arriesgar a los futbolistas titulares que se
decidió, permanecieran en el país, para preparar el partido contra Paraguay a
disputarse el martes 19 de
noviembre. Lo que parecen no considerar
relevante, la Federación y el cuerpo técnico de Villegas es que a los suplentes
que perecieron en cancha ecuatoriana estaban siendo utilizados como carne de
cañón. Los mandaron al frente a sabiendas de la catástrofe que finalmente se
produjo.
Armar un equipo
de conejillos de indias es una vergüenza para un fútbol que se precia de un
cierto profesionalismo. Y el desatino se torna más erróneo si se considera que
Bolivia, gane o pierda contra una Paraguay entonada con su triunfo ante
Argentina (2-1), llegará a la cancha de Villa Ingenio con ganas de comerse al
mundo sin miedo a la Cordillera de los Andes.
Si Bolivia se
impone contra Paraguay, alcanzará 15 puntos y en el mejor de los casos
permanecerá en el séptimo puesto de la tabla sudamericana. Seguirá por lo tanto
el autoengaño de ganar con el expediente de la altura y que cuando salgamos de
nuestras fronteras sigamos resignados a los papelones de goleada, y más grave
todavía, descuidando la autoestima y el futuro de unos “suplentes” que deben
ponerle el pecho a las balas en nombre de una delirante estrategia para llegar
al Mundial.
Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 15 de noviembre de 2024
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