jueves, 2 de enero de 2025

La selección de los cielos

 

Cuando quedó claro y en oportunidades reiteradas que en el Hernando Siles de La Paz, argentinos, brasileños y ecuatorianos aprendieron a ganarnos, superando la barrera imbatible de la altitud de los 3600 metros sobre el nivel del mar, una astuta decisión marketera medioambiental emergida de la Federación Boliviana de Fútbol (FBF) nos condujo a seguir viajando hacia el cielo: Como La Paz ya no es el fortín inexpugnable que tuvimos siempre instalado en nuestro imaginario, se hacía necesario trepar y de esta manera la selección boliviana ascendía hacia los cuatro mil metros de la ciudad de El Alto para que “nadies” nos ganara otra vez.

Hasta ahora la aplicación de esa máxima universal de jugar donde uno vive ha tenido resultados incuestionables. Aunque ninguno de los futbolistas de la Verde viva en El Alto y sólo acudan a jugar al estadio de Villa Ingenio para enfrentar a Always Ready por el torneo nacional. Bolivia le ganó rotundamente a Venezuela (4-0), cuando la Vinotinto había exhibido un interesantísimo rendimiento en la Copa América jugada en los Estados Unidos y se situaba en la cuarta ubicación de las clasificatorias-eliminatorias sudamericanas que conducen hacia la Copa del Mundo de 2026.

La idea de persistir aferrados a la muleta de la altura había funcionado en ese partido contra los venezolanos y en términos de resultados también sucedió frente a Colombia (1-0), aunque nadie dijo esta boca es mía para reconocer, si nos atenemos estrictamente al trámite del partido, que Bolivia pudo perderlo facilmente por los menos 1 – 3. Como el golazo de Miguel Terceros fue tan extraordinario, futboleras y futboleros hicimos de ese momento el punto de inflexión que nos señalaba el camino hacia un puesto de clasificación y ya no miramos los últimos quince minutos en que los colombianos nos pelotearon sin cansancio (dos postes incluidos) y la línea de fondo hizo milagros para evitar la caída de la portería del siempre sacrificado Guillermo Vizcarra.

Otro factor que nos llevó hacia el final del túnel del autoengaño fue el triunfo frente a Chile en Santiago. Por fin Bolivia, después de treinta años, ganaba un partido en cancha ajena. A pesar del resbalón y lesión de Lampe que facilitó el empate transitorio de la roja a cargo de Vargas, Bolivia como casi nunca sucede se rehízo y anotó a poco de mover la pelota producto del contraste. 2 -1 frente al equipo de Gareca (otra vez Terceros) y a comenzar a soñar en serio con llegar a México-Estados Unidos-Canadá.

Soñar no cuesta nada dice el lugar común y cuando estábamos en lo alto de nuestras ilusionadas expectativas, había que viajar a jugar a Buenos Aires en el Monumental contra el campeón del mundo que en el partido de ida nos había azotado (0-3) en Miraflores, y ahora agregaba media docena a sus estadísticas con un Messi en estado de gracia encabezando una albiceleste que más parece un equipo de champions europea que una selección sudamericana.

Perder de visita y por goleada, nos sitúa en la horrible estadística de haber soportado en esta eliminatoria cinco de los diez resultados más abultados en contra, añadiendolé, por supuesto, el 0 – 4 soportado en el Isidro Romero de Guayaquil contra Ecuador. Si Bolivia había logrado ganar a domicilio después de treinta años, con esta derrota sumó dos goleadas consecutivas en contra y desnudando nuevamente su nula capacidad de competir en la realidad dominante del fútbol mundial que consiste en jugar al nivel del mar.

Ecuador se había impuesto (2-1) en el Hernando Siles en el partido de ida (2023) y ni siquiera por este antecedente, el seleccionador Oscar Villegas se detuvo a pensar que armar dos equipos distintos para esta fecha resultaba equivocado. El razonamiento tiene que ver con la prioridad que Bolivia le asigna a ganar en El Alto y para ello resultaba conveniente no arriesgar a los futbolistas titulares que se decidió, permanecieran en el país, para preparar el partido contra Paraguay a disputarse el  martes 19 de noviembre.  Lo que parecen no considerar relevante, la Federación y el cuerpo técnico de Villegas es que a los suplentes que perecieron en cancha ecuatoriana estaban siendo utilizados como carne de cañón. Los mandaron al frente a sabiendas de la catástrofe que finalmente se produjo.

Armar un equipo de conejillos de indias es una vergüenza para un fútbol que se precia de un cierto profesionalismo. Y el desatino se torna más erróneo si se considera que Bolivia, gane o pierda contra una Paraguay entonada con su triunfo ante Argentina (2-1), llegará a la cancha de Villa Ingenio con ganas de comerse al mundo sin miedo a la Cordillera de los Andes.

Si Bolivia se impone contra Paraguay, alcanzará 15 puntos y en el mejor de los casos permanecerá en el séptimo puesto de la tabla sudamericana. Seguirá por lo tanto el autoengaño de ganar con el expediente de la altura y que cuando salgamos de nuestras fronteras sigamos resignados a los papelones de goleada, y más grave todavía, descuidando la autoestima y el futuro de unos “suplentes” que deben ponerle el pecho a las balas en nombre de una delirante estrategia para llegar al Mundial.



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 15 de noviembre de 2024

 

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