sábado, 24 de febrero de 2024

La nuestra

 

Los argentinos tienen en sus retinas memoriosas abundantes ejemplos de una construcción histórica llamada La Nuestra, pero pareciera que no terminan de asumir conciencia de lo que han hecho hasta hoy desde que se inventara el fútbol moderno.

Dice la historia que “los hermanos Brown, figuras del Alumni que dominó a comienzos del siglo pasado, ya hablaban de eso y el periodista Borocotó trazó un perfil de nuestro estilo en una edición de la revista El Gráfico, en 1928, buscando que el fútbol fuera algo más que un deporte de ingleses jugado por argentinos. Pluma influyente, buscaba redefinir una manera -nacional- de jugarlo, de agregarle al deporte el ingenio de la picardía criolla. La nuestra en definitiva. Un modo propio. La argentinización del fútbol.”

Se trata de una identidad nacional sustentada en una manera de vivir y jugar al fútbol relacionada con la genética y la apuesta por la manera en que se debe concebir el juego que pasa por el buen trato de balón (posesión de la pelota) basado en unas aptitudes que se han ido transmitiendo de una generación a otra de las que emergen tres de los cinco futbolistas más grandes de la historia: Alfredo DiStefano, Diego Armando Maradona y Lionel Messi. Los otros dos, ya se sabe, son un brasileño, Edson Arantes Do Nascimento (Pelé) y un neerlandés, Johan Cruyff.

Argentina es la privilegiada patria del potrero, del juego de la pelota en la cancha del barrio, allá donde se jugaba y se construían amistades inquebrantables y trascendentes durante casi todo el siglo XX. Dicen muchos de los que han paseado el mundo que no  hay tribunas más agradecidas, leales y creativas que las colmadas por los militantes de la celeste y  blanca, y de los cuadros bonaerernses, rosarinos, cordobeses, o tucumanos, y de ahí tenemos que la más grande manifestación de masas con cinco millones de personas lanzadas a las calles, no la generó Juan Domingo Perón, sino Lionel Messi y sus compañeros de equipo y la frase más trascendente de la historia política rioplatense la pronunció no un candidato a la presidencia, sino el seleccionador Lionel Scaloni, luego de que sus dirigidos consiguieran para sus vitrinas la tercera Copa del Mundo en Qatar: “No hay cosa más linda que ver feliz a tu gente, a tu país…ver a esa gente emocionada en las calles no tiene precio”

Este pasado jueves 17 de noviembre cuando Uruguay se impuso nada menos que en La Bombonera, cancha de Boca Juniors, a la Argentina, retornaron a mi memoria todas las imágenes con la que tengo presente que en la historia de la albiceleste sobresalen la coherencia, la constancia y la fidelidad a una forma de ser: Juan Román Riquelme abraza a Messi, Marcelo Bielsa abraza al mismo Scaloni y a Pablo Aymar, Messi se reencuentra con su amigo uruguayo Luis Suárez con el que compartieron cancha y asados en Barcelona. El pasado constructor de los “Pekerman boys”, de los que formó parte el actual cuerpo técnico argentino (Scaloni, Aymar, Samuel, Ayala) se mezcla con la obsesividad ilusionada por la presión alta en la que cree contra viento y marea, a capa y espada, quién ahora es seleccionador de la celeste uruguaya. Juegan un partido memorable con triunfo de la sabiduría táctica de Bielsa. Terminado el juego, sigue la vida, nadie quiere matar a nadie, y lo más grave que puede suceder fuera del juego es una puteada por la derrota y punto. El fútbol seguirá porque a continuación Argentina visitará a Brasil en el Maracaná y Uruguay recibirá a Bolivia en el Centenario de Montevideo.

Si los políticos argentinos tuvieran profunda conciencia de cómo su fútbol ha construido Sentido Común  para su país, si repararan que cuando salieron el 19 de diciembre de 2022 a recibir a sus campeones, la grieta desapareció gracias al arte de encantamiento que implica este juego incomparable, podrían caer en cuenta, de una buena vez, que hay otras maneras de edificar maneras de vivir que para variar hoy se encuentra dividida entre neoliberales rabiosos que creen tener derechos exclusivos sobre la libertad y nacionalistas de Boca y de River convencidos que el Estado debe seguir haciéndose cargo de la educación, la salud y de los jubilados. Massa no es Menotti y Milei no es Bilardo, Macri no es Bielsa y Cristina no es Pekerman. Todos ellos, a su turno, han pensado que el país debía discurrir por caminos de izquierda y derecha, pero todos coincidirán que sus héroes nacionales no son, en primer lugar, San Martín o Perón, que sus héroes de llanto profundo y risa interminable son el Diego  y Messi.

Argentina es un país inolvidable y tan expresivo en todas sus facetas que mañana, día de segunda vuelta eleccionaria presidencial, se merece un festejo de los nietos de los descamisados, de los más pobres, de esos que son capaces de abrazarse hasta con sus patrones cuando Montiel concreta el último penal contra Francia para decir “somos campeones del mundo.”



Originalmente publicado en la columna Contragolpe de La Razón el 18 de noviembre

 

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