En uno de los
últimos encuentros sostenidos en Buenos Aires entre el Presidente de Argentina,
Alberto Fernández y el expresidente de Bolivia y jefe del Movimiento al
Socialismo (MAS), Evo Morales, quedó una frase relacionada con el
acompañamiento que Alvaro García Linera demostró como Vicepresidente durante
los catorce años en que Evo condujo al país a través de tres elecciones
consecutivas ganadas con más del 50 por ciento de los votos. “Tengo una sana
envidia por la lealtad del compañero que tienes” le dijo Alberto a Evo en
noviembre de 2021.
García Linera
dice siempre estar orgulloso del rol que significó ayudar a un presidente
indígena para que su gestión fuera exitosa a partir de una agenda de
transformaciones sociales y económicas que hicieron de Bolivia durante por lo
menos cuatro gestiones, número uno en crecimiento económico de Sudamérica y
para que ello sucediera quién manejo los hilos de la gestión pública con
paciencia diaria y haciendo sistemático seguimiento de los principales temas de
agenda, fue precisamente este segundo de a bordo con perfil de Primer Ministro,
que le faciltaba a Evo desplazarse por todo el país, mientras el, desde su
despacho en La Paz, dirigía acciones y concretaba tareas para que la maquinaria
gubernamental funcionara sin obstáculos.
Los tiempos son
otros, que obviedad, y hoy Evo es jefe partidario y principal representante de
las federaciones de campesinos cocaleros del Chapare, situado en el subtrópico
del departamento de Cochabamba, en pleno centro geográfico del país, mientras
García Linera se encuentra dedicado a impartir cátedra y a ofrecer charlas,
sobre todo en Buenos Aires, o a través
de Zoom, por ejemplo, para audiencias gestadas por Le Monde Diplomatique.
Mientras Evo
Morales no deja de hacer política todos los días y a toda hora como jefe del
MAS, García Linera desempeña un papel más ajustado al retiro de la actividad
partidaria con prioridad en tareas académicas y en foros de debate sobre cómo
estaría evolucionando la consolidación de una segunda ola progresista en América
Latina con la llegada de Gabriel Boric a la presidencia de Chile y los
probables triunfos de Lula Da Silva en Brasil y Gustavo Petro en Colombia,
mientras en Bolivia, el país es presidido por el economista Luis Arce Catacora,
considerado por el propio Evo Morales como su maestro en la materia.
En las últimas
semanas, Evo Morales ha denunciado un plan de la DEA en contubernio con oficiales
de la Policía Boliviana para acusarlos a el y a algunos de sus compañeros, de
narcotraficantes: La vieja historia de uno de los brazos vigilantes de la
administración estadounidense en afanes para acabar con la carrera pública de
Evo. A esto, el ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, ha contestado que
en el país no hay injerencia alguna de la DEA. La prueba de ello se la podría
encontrar en el apresamiento del ex comandante de la Fuerza Especial de la
Lucha contra el Narcotráfico (FELCN), Maximiliano Dávila que fue detenido el
pasado 22 de enero antes de que intentara huir del país, operativo que le
impidió pasar la frontera hacia Argentina, donde muy probablemente la DEA le
hubiera caído sin perder tiempo alguno. Dávila es acusado por el gobierno
boliviano de proteger a una red narcotraficante.
Evo, según
dichos de agudos observadores neutrales, pareciera haberse convertido en la
cabeza de la oposición al gobierno del MAS, debido a la alarmante inacción de
las formaciones políticas con representación parlamentaria como Comunidad
Ciudadana (CC) de Carlos Mesa y Creemos de Luis Fernando Camacho, candidatos a
la presidencia derrotados en las elecciones de 2020 y partícipes del golpe de
Estado que provocó la caída de Evo en 2019. En ese contexto, los medios de
comunicación alineados contra el MAS despliegan a diario esfuerzos por mostrar
supuestas rupturas dentro el partido de gobierno, que ahora tendría tres
cabezas: el jefe histórico Evo Morales, el presidente Arce y el Vicepresidente
Choquehuanca, muy respaldado por el pueblo aymara que habita principalmente las
provincias de La Paz. Lo cierto es que en términos prácticos, el único partido político con influencia en todo el
territorio boliviano sigue siendo el MAS y de ahí que se diga, no sin tufo
irónico, que como la oposición prácticamente no existe, la única oposición al
partido del gobierno puede brotar solamente del mismísimo Movimiento al
Socialismo.
Con un contexto
especulativo en el que manda el dice que dice, García Linera se encuentra
distante de la política cotidiana y de la gestión gubernamental. En su última
aparición pública, producida a
principios de marzo, para referirse al actual momento, el ex vicepresidente
dice que Arce y Choquehuanca ejercen un liderazgo político y estatal, mientras
que Evo continúna siendo un líder social. En esa oportunidad afirmó que si las
internas no se manejan con coherencia podría producirse una “fragmentación de
lo popular”.
En este nuevo escenario,
alguien que conoce muy a fondo a Evo Morales comentó: “Evo está muy desordenado
porque Alvaro no está cerca.” Si esto es así, ¿cuán lejos podría estar el que
fuera su colaborador más cercano en los haceres gubernamentales? Lo cierto es
que una cosa es el García Linera, hombre de Estado, y otra el académico alejado
del poder, y en esa medida, como Evo no ha disminuido en lo más mínimo su
animalidad política, no parece dispuesto a abandonar la batalla diaria
expresando prevenciones contra la conspiración de la derecha, así como
manifestando discrepancias por algunas formas de actuar y decisiones que se
toman al interior del gobierno que preside su compañero Luis Arce
Catacora, con quién ha encarado tantas
batallas por demostrar que el Estado puede ser eficiente y exitoso en el el
manejo de la economía boliviana.
Originalmente publicado en Noticias de América Latina y El Caribe (NODAL) el 04 de abril
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