En los romances
más fresas o en los affaires más torrenciales, los rompimientos suelen
quedar minimamente marcados por incidentes y portazos. Todo indica que Evo
Morales no cerró bien su relación con Gabriela Zapata y es justamente a partir
de ese asunto sentimental sin final cristalino que todo un país terminó
sumergido en una crisis de Estado extendida casi cinco años, desde el 21 de
febrero de 2016 hasta noviembre de 2020.
Una historieta que no debería trascender el culebrón, se convirtió en el
principio del fin de un ciclo gubernamental en el que muchas cosas se
transformaron en el país, y otras permanecen, lamentablemente, intocadas.
1. Las urnas le dicen no a Evo. Estaba convencido
que ganaba, que podría volver a postularse a la presidencia, pero la telenovela
con Zapata marcó la tendencia moralista y sentenciosa del resultado electoral.
El 51 por ciento le dijo no a Evo y a partir de ese momento el Movimiento al
Socialismo (MAS) quedaba en la obligación de diseñar el recambio de binomio
para intentar reproducir el poder.
2. El Tribunal Constitucional le dice sí a
Evo. El 28 de noviembre de 2017 quedará inscrito como el vergonzoso día en
el que un puñado de abogados decidieron que Evo Morales quedaba habilitado para
ser nuevamente candidato. Aduciendo un derecho humano según el Pacto de San
José, se estornudaron en la voluntad expresada en el referéndum realizado 21
meses antes, sin preveer que las consecuencias serían devastadoras, generando
una indignación que transformó la rabia de quienes sintieron que se les
arrebataba su derecho al triunfo plebiscitario, en acciones que generaron una
polarización expresada a través del odio racista, de la subestimación histórica
al “de abajo” que se había convertido en un presidente que desoía la voluntad
ciudadana.
3. No al nuevo Código Penal. En
diciembre de 2017, los colegios médicos se convirtieron en la primera punta de
lanza contra el presidente prorroguista. Se opusieron con terquedad a la puesta
en vigencia de un nuevo Código Penal, cuestionando el artículo 205 referido a
la mala práctica profesional. A ellos se sumó la iglesia católica que
cuestionaba ese instrumento que se orientaba a transformar la cultura punitiva
de la justicia boliviana, por su abierto cuestionamiento al aborto, respaldado
por plataformas ciudadanas. Médicos, curas, católicos y evangélicos habían
comenzado las tareas de boicot a la gestión gubernamental.
4. No al Sistema Único de Salud. En
enero de 2019, los médicos volvieron a la carga afirmando que no existían
condiciones para poner en vigencia el Sistema Único de Salud (SUS). El 11 de
ese mes ya se habían inscrito 250 mil personas para acceder a los beneficios de
una cobertura de la que jamás dispusieron. El forcejeo se sostuvo por meses,
instalándose la idea de que la medida era electoralista, que el gobierno recién
pretendía hacer algo por la salud de manera
tardía.
5. Cuatro millones de hectáreas
incendiadas. En octubre de 2019, el gobierno de Evo Morales, presidente,
pero sobre todo candidato, tuvo que extremarse para sofocar el fuego en la Chiquitania que
destruía sin piedad bosques y fauna. Un cabildo en el que se habrían congregado
un millón de personas en Santa Cruz de la Sierra, acusó de ecocida al masismo.
No se ha llegado a comprobar que los incendios fueran provocados con una
inequívoca intencionalidad política: Erosionar la candidatura oficialista a la
que desde junio ya se la acusaba por anticipado de fraude para las elecciones
del 20 de octubre. Al año siguiente, el gobierno de facto de Jeanine Áñez no
derogó los decretos sobre los incendios con un millón de hectáreas consumidas
por los incendios. Ya no hubo alarma nacional, los ambientalistas de ocasión
desaparecieron, los medios conservadores ya no reaccionaron horrorizados. No
importaba. El “Evaristo” ya no estaba en el gobierno.
6. La imperdonable interrupción del conteo
rápido en elecciones. La interrupción y reposición intempestivas e
inexplicables de la Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP)
fue la decisión más equivocada y destructiva en la historia electoral boliviana
desde el retorno a la democracia en 1982. Sucedió entre el 20 y 21 de octubre,
y a partir de ese momento la narrativa del fraude fue proclamada victoriosa
para provocar la anulación de los comicios que dieron paso al derrocamiento del
gobierno con la activa participación del departamento de Estado norteamericano,
la OEA, candidatos opositores, la Policía Boliviana, las FF.AA., los comités
cívicos, los colegios médicos, los ambientalistas y los curas de la jerarquía
eclesiástica que se habían encargado de socavar durante casi dos años al
gobierno que exhibía su autosuficiencia con un candidato forzado en una mesa de
“notables” constitucionalistas.
A continuación,
se impone la auditoría de los daños inflingidos al país por el régimen de
Jeanine Áñez, producto de una sucesión inconstitucional a la que hemos hecho un
cuidadoso seguimiento periodístico desde diciembre de 2019. Venga el diablo y
escoja.
Contragolpe, columna originalmente publicada en La Razón el 21 de mayo.
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