El 19 de
diciembre de 2020 me referí en esta misma columna al coraje demostrado por Eva
Copa para preservar el único bastión institucional democrático con el que
contaba el país, luego de que Jeanine Añez entrara por la ventana a la
presidencia del Estado, acción inconstitucional persistentemente defendida por
la estructura mediática urbana de la derecha boliviana.
Vislumbré en la
ex presidenta del Senado el convencimento por una causa que en realidad había consistido
en cierto instinto político y no en la defensa de unas convicciones ideológicas
y partidarias, y por ello, cuando destaqué su comportamiento al haber desafiado
al ministro Murillo, luego impidiendo la concreción de un crédito con el FMI y
rechazando la presión militar para que el Senado procediera a aprobar la lista
de ascensos en las Fuerzas Armadas, me estaba refiriendo a una Eva enfrentada a un gobierno que hacía aguas
debido al craso error que significó convertir en candidata a la presidenta transitoria, y la comunidad
internacional, incluídos los Estados Unidos de Donald Trump, concluyeron que
entre el autoritarismo, la persecución política, la ineptitud y la corrupción
sólo faltaba que el demonio llegara para escoger.
Eva Copa no
había sido lo corajuda y consecuente que nos figurábamos quiénes advertimos
esos gestos caracterizados por la valentía y el espíritu de lucha, y digo esto
porque la presidenta del Senado que en primera instancia encontró su oficina
ocupada por “mediadores” diplomáticos y de la iglesia católica, fue colaborada por
algunos de sus colegas, senadores y diputados, que se convirtieron en soplones
de los golpistas en la primera etapa del gobierno de facto. En alguna
oportunidad Arturo Murillo, entre su repertorio de desfachateces, se mandó la
siguiente arfirmación: “Parece que Eva está enamorada de mí”. Es obvio que tal cosa es producto del ego mal
esculpido del ex Ministro, pero lo que se sabe es que cuando fueron colegas en
el Senado, y no existían atisbos de un golpe de Estado, Copa y Murillo se
reunían en plan muy amistoso, risotadas de por medio.
La llegada del
activista de derechos humanos de Argentina, Juan Grabois, que junto con una
comitiva de observadores arribó al país diecinueve días después del golpe, fue
inicialmente respaldada por Eva Copa en su condición de presidenta del Senado.
Una vez arribados al país, luego de ser amedrentados y amenazados en el
aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra, la ahora candidata a Alcaldesa por la
agrupación Jallalla en la ciudad de El Alto, decidió no abrirle la puerta a
Grabois y a sus acompañantes, dejándolos librados a su suerte. La brillante
conclusión de un editorial sobre este grupo de activistas es que “hay un
desagradable complejo de superioridad de la izquierda argentina” (El fallido
informe de Juan Grabois, Página Siete, 9 de diciembre de 2019), pero lo cierto es que estos supuestos agrandados
que llegaron desde Buenos Aires, fueron de los primeros en empezar a preguntar
que había sucedido en Sacaba y en Senkata.
Evo Morales
llamaba a diferentes celulares desde México y Argentina pidiendo hablar con Eva
Copa, quién en principio aceptaba las comunicaciones hasta que en determinado
momento habría decidido no contestar más y de esta manera el nexo entre el refugiado
ex presidente y la titular del Senado fue
interrumpido hasta el día en que el escenario político nacional fue revertido
por el triunfo del MAS en las elecciones del 18 de octubre. Cuando la
incomunicación ya era un hecho sostenido, los efectivos de la seguridad
policial de Eva fueron sustituídos con el propósito de impedirles el paso a
quienes mantenían línea directa con México y Buenos Aires. Se trataba de cortar
relaciones con todo lo que quedaba de masismo operativo en la Asamblea
Legislativa.
Tenemos entonces
una Eva real y una Eva mediática. La real dice que se acomodó lo mejor que pudo
cuando Jeanine iniciaba su presidencia. La mediática, a la que me referí hace
dos meses, era la valiente contestataria que con un par de gestos logró
posicionarse en el escenario alteño, según las cuestionadas encuestas, como la
mejor opción del MAS para llegar al municipio en las elecciones del 7 de marzo.
No sabemos si por errónea evaluación política, por legítima indignación o por
las dos cosas, Evo Morales y quienes decidieron las candidaturas, la sacaron
del ruedo. Según la información de esos mismos estudios de opinión, la señora
Copa no ganará: Arrasará. Y si el partido azul logra un concejal en la nueva
composición edil alteña, será mucho. Hay quienes piensan que el Concejo íntegro
quedará en manos de Jallalla, el partido del recientemente fallecido Mallku,
Felipe Quispe, tardío maestro de Eva en las últimas horas de su vida .
Alteños y
alteñas están convencidos que Eva Copa es una heroína. De lo que no hay duda es
de su notable cintura política para acomodarse a cada circunstancia. ¿Cuál es
la verdadera Eva?
Originalmente publicado en la columna Contragolpe del diario La Razón, el 27 de febrero