El ex presidente estadounidense Bill Clinton le comentó hace unos días en Nueva York a los Kirchner de Argentina, Néstor y Cristhina, que si él fuera un minero boliviano, desempleado y con varios hijos "votaría por Evo Morales."
Un(a) periodista de la red alternativa Democracy Now de los Estados Unidos no ha ahorrado alabanzas para Evo luego de su decisión de entablar relaciones con Irán. En una columna que está circulando por la red, y que forma parte del servicio informativo en español de esta cadena, Amy Goodman ha afirmado que el presidente boliviano está claramente en la línea de estructurar un planeta multipolar que combata conquistas imperiales como la de los recursos naturales de Irak y que genere un nuevo equilibrio internacional, sin las exasperaciones a las que condujo la guerra fría de los 60-70.
Pero el pragmatismo de Morales es odioso y satanizado en su propio país porque eso de congeniar con un caribeño exuberante que acaba de lanzar al mercado un disco con rancheras que lleva el bolerístico título de "Canciones de siempre" resulta insoportable para quienes íban a desayunar con frecuencia a la residencia del embajador de turno. Llobet Cayetano, por ejemplo, desayunaba con Manuel Rocha y eso para él era muy importante, porque hombres con su recorrido y formación necesitan ser consultados para reafirmar su sabiduría entre el wisky y la teoría política.
Muchos de estos personajes con esa estirpe pululan todavía por las cadenas televisivas nacionales y llenan las páginas de opinión de los poco leídos diarios nacionales, pero eso no importa, si de lo que se trata no es de hacer periodismo, sino de formar parte de una intelligentsia convencida de que todavía puede seguir poniendo orden --mental-- en esta tierra de revoltosos, marchistas, bloqueadores y quemadores de llantas.
En otras palabras: La imagen internacional del presidente de Bolivia es bastante mejor de lo que quisieran los Mesa boys, los Llobet boys, los Barbery boys, pero lamentablemente, camino hacia la concreción de su segundo año de mandato, no hay un trabajo de afinamiento para hacer de Evo un verdadero estadista que tiene a la clase media con el signo de interrogación abierto acerca de si esa bochornosa sumisión hacia Chávez le servirá a Bolivia de algo más que tirarle pedradas a la vitrina del cowboy subnormal de Texas, doble ve Busch.
Así que en este terreno el estado de la nación de naciones es un estado presidencialista, caudillista, con tendencia a consolidar un desmedido culto a la personalidad,, en lugar de estar perfilando un líder indígena mundial que se convierta en el referente no de cuatro millones de indígenas bolivianos, sino de 350 millones de indígenas en América, Asia y Africa, es decir, un referente mundial capaz de convertirse en el portavoz de la flamante Declaración de los Derechos Indígenas de las Naciones Unidas.
Líder y no conductor. Caudillo y no director técnico. Jugador en lugar de presidente de la federación de futboleros completa. Aquí está el desafío de hacer de Evo alguien capaz de estar en condiciones de ser reelegido como lo fue Felipe Gonzáles en España, y el propio Bill Clinton en Estados Unidos.
Evo debería empeñarse en universalizar lo indígena, porque intentar indigenizar lo universal es un disparate que no aceptaría ni el más fundamentalista de los activistas de lo originario.
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