Se ha ido Marcel Marceau. El clown de la corporalidad perfecta, del gesto enternecedor, el admirador de Charlot y del hombre de la cara de palo, el maestro Buster Keaton.
Está de viaje por las nubes Luciano Pavarotti. Canta junto a los ángeles y a las ángelas, arias de "La hija del regimiento", "Cavallería rusticana", "I pagliacci", "Rigoletto", "Carmen", "Elixir de amor", canciones napolitanas como O sole mío, pop-rock con Elton John, Sting, David Bowie. Pavarotti es la voz perfecta, la media voz que te rasga las vísceras, el vencedor de todos los tiempos. Más grande que Carusso, aunque los clásicos se escandalicen.
Hace un par de meses también se marchó el rosarino Roberto Fontanarrosa. Entre el dibujo y el cuento, entre Boogie el aceitoso y el clásico Rosario versus Newells. Talentoso para el trazo y la risa, para la palabra futbolera de arrabal, llena de barrio y amor por la amistad, por la tertulia.
También se fue Ingmar Bergman, el sueco admirado por Woody Allen, el amante profundo de la inmensa Liv Ullman. El cineasta esencial, invicto por jamás haberse rendido ante la seducción tecnológica.
Gracias por la mueca, el canto, la palabra, el dibujo, la cámara en movimiento. Qué sería de nosotros sin ese talento y esa sensibilidad que tanto nos ayudo a crecer y a creer, a vivir y a levantarnos cuando la mano venía pesada.
Artistas y distintos. Por eso distintos. Sin ellos seríamos nadie.
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4 comentarios:
Cualquiera diria que culto no te falta hablando de todo eso. Me hiciste recuerdo al abuelito hablando de la opera y la musica clasica. Sin ellos, verdad, nada somos, porque solo escuchando a tu papa cantar sentiamos como nos tocaba los corazones, hasta ahora.
Tu memoria sensible me asombra y me hace feliz. La felicidad son mis hijos, estoy cada vez más y mejor convencido de eso.
Te faltaba decir: Nos estamos quedando sin genios, Pavarotti ha muerto, Marcel Marceau ha muerto... y a mí me está doliendo la cabeza.
Bajate de tu nube.
No me bajo nada.
Retírate tú, esto no es para migrañosos del alma.
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