En época de Feria del Libro hay
que recomendar sin ambages la extraordinaria investigación del estadounidense
Thomas C. Field Jr. que con el título en castellano “Minas, balas y gringos – Bolivia
y la Alianza para el Progreso en la era de Kennedy”, disecciona de manera implacable, por la
rigurosidad de los datos en los que se sustenta, lo secuestrada que estuvo la
Revolución del 52 con un Paz Estenssoro, sobre todo a partir de la década de
los 60, absolutamente sometido a los
direccionamientos del gobierno del legendario J.F.K. que condicionó la ayuda
económica a nuestro país, a la penetración sin límites de la llamada Alianza
para el Progreso, aparato con el que se activó el Plan Triangular, en plena
Guerra Fría y el pretexto-argumento geopolítico de evitar que nos convirtiéramos
en un estratégico satélite del comunismo que “estaban trabajando duro para
subvertir el gobierno y convertir a Bolivia en un Estado de obreros y
campesinos” (pag. 105, capítulo 2, El desarrollo como anticomunismo).
Paz Estenssoro fue el arquetípico
caudillo modernizador autoritario que usó el tenebroso Control Político para acallar
a la derecha falangista y a la izquierda sindical minera de los históricos Juan
Lechín Oquendo, Federico Escóbar e Irineo Pimentel. Y vaya que logró en gran
medida su cometido, instalando campos de concentración y pertrechándose
militarmente con la ayuda gringa para reprimir a los revoltosos de los centros
mineros que querían una Bolivia soberana,
liberada de las ataduras impuestas por el imperio del norte, imperio que
por supuesto existe y no es el producto del delirio de unos cuantos idealistas
empecinados con cerrar sus puertas al mundo exterior para que nuestros recursos
naturales no fueran aprovechados para beneficio propio antes que para saqueo
ajeno como ha sucedido a lo largo y ancho de nuestra historia.
“Minas, balas y gringos…” fue
publicado en mayo de 2016 por el Centro de Investigaciones Sociales (CIS)
dependiente de la Vicepresidencia de nuestro Estado, y cuenta con la versión
original en inglés editada por Cornell University Press. El autor es profesor asociado y jefe de
facultad de Estudios Globales en el Embry-Riddle College of Security y en el
prólogo del libro, James Dunkerley ha definido esta monumental
investigación como “una valiosísima contribución
a nuestra comprensión de la historia boliviana moderna y abre nuevas
perspectivas sobre la Revolución Nacional , proporcionando un apasionante
ejemplo de investigación forense que puede y debe ser emulado”.
Si hay un libro acerca de la
historia sobre la Bolivia del siglo XX que se debe leer en quinto y sexto de
secundaria es éste, porque con su solidez argumentativa y sus datos, hecha abajo un sistema de creencias acerca de los
mitos, los lugares comunes y las bondades per se de la Revolución
movimientista que influyó en el acontecer nacional y en las administraciones
gubernamentales, con Paz Estenssoro posteriormente asociado a Banzer en
dictadura y democracia, entronizando el neoliberalismo (1985 -2005) y con
Lechín Oquendo en frente, desde la izquierda, encabezando la resistencia obrera
a la injerencia de los Estados Unidos en las decisiones sobre el aparato de
poder y en las políticas económicas.
En “Minas, balas y gringos…” no
hay párrafo que tenga desperdicio.
Nombres, lugares, hechos, planes estratégicos, situaciones de altísima
conflictividad social, incluída una signficativa anécdota acerca de las
sardinas podridas con fideo que le dieron de comer un grupo de mujeres mineras,
al presidente de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL) de entonces,
Guillermo Bedregal Gutiérrez, ponen en evidencia cuan genuflexo fue “el Doctor
Paz” con el gobierno de Kennedy y cuan resistentes y luchadores fueron los mineros de la época, perseguidos y
reprimidos cuando las violaciones a los derechos humanos estaban a la orden del
día, en tiempos en los que de verdad existía persecución política a cargo de
amos foráneos y peones criollos de la estrategia norteamericana anticomunista.
Se trata, además, de un perfecto
mapa en el cuál podríamos realizar el ejercicio de extrapolar a los candidatos
presidenciales de hoy al contexto de ese tiempo. Así tendríamos que Evo Morales
sería Irineo Pimentel o Federico Escóbar, líderes de la Federación Sindical de
Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) identificado por trayectoria con una
auténtica causa nacional popular de las mayorías desposeídas, Carlos Mesa
quedaría perfectamente mimetizado en cualquiera de los cargos ostentados por la
alta jerarquía movimientista de entonces y Oscar Ortíz podría ser fácilmente un
burócrata puntual y disciplinado, contratado por la embajada de Estados Unidos
como parte del personal local.
Hay que leer “Minas, balas y gringos”. Será
una buena manera de conseguir que algunos puedan quitarse la venda prejuiciosa
de los ojos, esa que consagra la ignorancia, el desconocimiento y la inconciencia acerca de lo que en
realidad está hecho este país, nuestro país, esta Bolivia que en seis años
cumplirá doscientos años de “independencia” de vida republicana, y que sin
dejar esa condición y cualidad, es desde hace diez años, en primer lugar,
Estado Plurinacional.
Originalmente publicado el 07 de agosto en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)