lunes, 24 de diciembre de 2018

Travesía electoral (De Goni a Evo)


Después del trauma colectivo producido por el descalabro del gobierno de la UDP (1982-1985), fulminado por el salarialismo cobista y el boicot de las bancadas empresariales instaladas en  el parlamento de entonces (MNR-ADN), se desdibujaba el horizonte utópico, propio de los idealismos de los 60 y 70, con la reaccionaria visión de los que se empeñaron en convencer a la siempre temerosa y vacilante clase media que los comunistas asociados con los miristas y los movimientistas de izquierda encabezados por Hernán Siles Zuazo, se comerían a nuestros niños, nos arrebatarían nuestras casas y el populacho se apoderaría el país. “La indiada se nos viene encima” diría una tía de esas que respiraba racismo por todos los poros. 

La hiperinflación inauguró un estado de derecho con libertades libertinas que precipitaron el adelantamiento de elecciones y  la apertura de una ventana por la que Jaime Paz Zamora se coló en la papeleta de presidenciables, resignándose a que, finalmente su tío Victor (Paz Estenssoro) sería presidente sin ganar elecciones, asociándose con Banzer como ya lo hiciera en el golpe de Estado en 1971, inaugurando la democracia pactada todavía sin repartija de poder y pegas: El General vivía urgido por demostrar que era tan demócrata como sus pares de la multicolor y multisigno, con el nefasto antecedente de que siete años antes cerraba otros siete de dictadura con Plan Cóndor y masacres de Tolata y Epizana incluídas.

Desde entonces he ejercido ciudadanía en las urnas, en aquella elección de 1985 votando en blanco. Cuatro años después no dudé en marcar por el candidato que se desataba las manos y evitaría que el ex dictador ingresara a Palacio por la compuerta democrática: Goni  no era de izquierda, pero su aparente centrismo prometía librarnos del reingreso de  la bota militar con el betún abrillantado por ese voto duro con  promedio de 20 por ciento, a la silla presidencial. Años después caeríamos en cuenta que el dictador desarrollista de los 70 no era desde la ideología económica muy diferente de ese Sánchez de Lozada que terminó sus días de vida pública como un vulgar represor inducido al suicidio poltico por su Ministro de Defensa, Carlos Sánchez Berzaín.

Banzer, Paz Estenssoro y Sanchez de Lozada, secundados por Paz Zamora, adscribieron a Bolivia al unipolar neoliberalismo que impidió por dos décadas consecutivas la emergencia de un proyecto alternativo que nos permitiera comprobar esperanzados que otra izquierda era posible. Así sobrevivimos durante ese tiempo en el que nos convencieron que el pragmatismo insensibilizado con las variopintas demandas sociales era el único camino para que el país no se nos muriera.
Rehacios al militarismo dictatorial sudamericano de los 70-80  debidamente digitado por el departamento de Estado norteamericano, creímos con espantosa ingenuidad que Goni sería el empresario distinto que cambiaría las cosas, pero lo único que logró fue posponer, --aparte de dibujar las condiciones del nuevo saqueo a cargo de las transnacionales que tomaría forma en su siguiente gobierno (2002-2003) -- la llegada del General a la presidencia, cosa que finalmente sucedería en 1997, elección en la que al igual que en 1993, no volví a votar por el que ni siquiera llegó a Bachelor en Filosofía y Letras de la Universidad de Chicago, cineasta aficionado y exitoso millonario de la empresa minera mediana COMSUR.   

Voté por Goni en 1989, y en elecciones municipales una vez por Juan del Granado (2004) y otras dos por Luis Revilla (2010 y 2015), convencido de la importancia de la continuidad institucional y programática para La Paz, y fue en 2002 que sufragué por segunda vez en mi vida electoral por un candidato presidencial con el criterio de no entregarle el parlamento en charola de plata a los gonistas, banzeristas y a los manfredistas (de Reyes Villa) y decidí marcar por Evo Morales que perdió apenas por una diferencia de 1.62 por ciento de los votos con un extraño corte de luz en medio de un crucial recuento nunca debidamente explicado por esa Corte Nacional Electoral presidida por nuestro maestro de la Comunicación, Luis Ramiro Beltrán. A partir de entonces continué votando por Evo --2005, 2009 y 2014--, y además voté por el Sí en el referéndum revocatorio que se transformó en ratificatorio (2008), lo mismo que por la nueva constitución política (2009) y por una nueva repostulación el año 2016 con el mismo criterio por el que voté por Del Granado y Revilla para Alcaldes, el de la prioritaria continuidad, en el entendido de que el ciclo político que persigue el objetivo central de la erradicación total de la pobreza extrema no debía ser interrumpido en el contexto de la llamada Agenda 2025, objetivo mucho más posible de alcanzar con el nuevo modelo económico que con el clásico liberal del que ya sabemos cómo fracasó y por qué terminó desmoronándose con presidente escapando en helicóptero desde el colegio Militar de Irpavi.

En la democracia de elección presidencial indirecta, Paz Estenssoro fue presidente con el 30 por ciento de los votos (1985), Paz Zamora apenas con el 22 por ciento (1989), Sanchez de Lozada con el 35 por ciento (1993), Banzer nada más que con el 22 por ciento (1997), con el mismo porcentaje Sanchez de Lozada para su segundo mandato –22 por ciento—(2002) y luego vendrían las palizas de legitimidad propinadas por el sorprendente Evo Morales que ganó la primera vez con 54 por ciento (2005), 64 por ciento la segunda (2009) y 61 por ciento la tercera (2014).

En el referéndum revocatorio convertido en ratificatorio, Morales logró un aplastante 67 por ciento (2008) y la aprobación de la nueva Constitución Política del Estado alcanzó un 61 por ciento (2009). Desde entonces nos convertimos en Estado Plurinacional de Bolivia y demasiadas cosas han cambiado significativamente para el país, incluída una trama de culebrón muy de melodrama latinoamericano, en el que una señora que ha debido pasar una apreciable cantidad de veces por el cirujano plástico jugó a la mentira mediática propiciada por algún loco del parque  -- todas las ciudades tienen sus locos del parque—que primero afirmó que esta dama había sido madre de un hijo del presidente, para luego de conseguido el triunfo del No el 21F, el mismo personaje dijera que no había hijo. La acusación pasaba por tráfico de influencias entre esta señora de apellido Zapata y el primer mandatario, cosa que nunca pudo demostrarse , pero que sirvió perfectamente, a través de una mentirosa operación mediática, para que el No se impusiera al Sí por tres puntos, cerrándole el paso a la modificación del artículo 168 de la Constitución Política del Estado que permitiría la repostulación presidencial.

Esta es la historia electoral boliviana en las casi cuatro décadas de democracia ininterrumpida de la que goza Bolivia. Hoy nos encontramos en un atolladero polarizador porque una sentencia constitucional habilitó a Evo Morales para ser nuevamente candidato en las elecciones de octubre de 2019, reconociendo su derecho humano a postularse. Bolivia dijo No, pero Bolivia también dijo Sí –51 contra 48 por ciento—y esa es la contradicción principal entre quienes profieren alaridos en sentido de que Evo no tiene más derecho a ser candidato, y los otros, pertenecientes a las organizaciones de indígenas, campesinos, trabajadores urbanos y neocapitalistas de nuevo tiempo, están persuadidos de lo contrario. El show debe continuar.


Originalmente publicado en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF) el 18 de diciembre

lunes, 5 de noviembre de 2018

Felicitaciones para un supremacista


“Macaco” y “negro de mierda” le profirió el futbolista argentino Leandro Desabato (Quilmes) a su colega de profesión, Grafite, entonces jugador del Sao Paulo. El incidente se produjo el 13 de abril de 2005, durante el desarrollo de un partido de Copa Libertadores de América en el estadio Morumbí, lo que motivó que efectivos policiales, ni bien el jugador rioplatense traspuso la línea de cal cuando se cumplieron los 90 minutos, fuera detenido durante cuarenta horas, y su club se viera obligado a pagar casi cuatro mil dólares para que se instruyera su liberación. Entonces, hace trece años, estaba muy claro que los dichos racistas eran condenados social y penalmente en un país en que por fin los pobres, los desheredados de la tierra, se convertían en prioridad democrática.

Las cosas han cambiado, transcurrida algo más de una década, porque un candidato a la presidencia, perteneciente a la más nauseabunda derecha que pudiera existir en el planeta que hasta la propia Marine Le Pen ha condenado desde París, ha utilizado un lenguaje de odio y discriminación étnica durante toda su campaña, emprendiéndola contra mujeres, afros, homo y transexuales. Ese candidato que lleva el sugestivo Mesías como segundo nombre es ahora el presidente electo del Brasil, y  varios políticos han saludado su triunfo calificando la elección de “limpia” entre los que hay que destacar a Luis Almagro como Secretario General de la OEA, Sebastián Piñera, presidente de Chile; el ex presidente Jaime Paz Zamora,  los exvicepresidentes de Gonzalo Sánchez de Lozada, Victor Hugo Cárdenas y Carlos Mesa; el exvicepresidente de Hugo Banzer, Jorge Quiroga; el alcalde suspendido de Cochabamba, José María Leyes y otros anticomunistas que viven en una especie de guerra fría mental, pertenecientes a las llamadas plataformas ciudadanas que defienden con uñas, dientes y quién sabe con qué otras armas si lo consideraran necesario, el  resultado del referéndum del 21F2016.

Algunos otros, medianamente más astutos, han preferido enviar congratulaciones a la democracia y al pueblo brasileño en genérico, a sabiendas de que la personalización de los parabienes es implícitamente un reconocimiento a que en las reglas de juego, más importa el juego que las reglas, ya que no puede generar dudas que las autoridades electorales le han permitido a Jair Mesías Bolsonaro, decir que lo que se le pegara la gana, apelando, además, a las noticias falsas esparcidas a través de las redes sociales para consolidar el voto en aquellos como él que creen en un Brasil blanco, de ojos azules, incapaces de mezclarse con escorias humanas como los migrantes bolivianos, tal como en su momento el campante ganador, ex capitán de ejército, tributario de las dictaduras militares, lo afirmara sin ambages, superando las torpezas y los excesos de otro parecido a él, llamado Donald Trump.

Los grandes líderes y tomadores de decisiones pertenecientes a la izquierda y el progresismo no deben darse el lujo de subirse en los aviones de los ricos, de los Marcelos Odebrecht, de los propietarios de OAS, de los Queiroz Galvao o de los Camargo Correa, y menos ceder ante coimeras tentaciones que desnaturalizan su génesis política e ideológica. Que eso lo sigan haciendo los conversos y los culipanderos que tienen como proyecto invariable el privilegio del mercado por encima de las necesidades apremiantes de los sectores más deprimidos de la sociedad. “La estrategia de la izquierda es no robar” ha dicho lucidamente Pepe Mujica desde Montevideo, porque la corrupción debe continuar siendo una marca distintiva de los conservadores, de los adoradores del capital transnacional, de los facilitadores de la explotación despiadada de los trabajadores del campo y las ciudades,  del saqueo y el despojo de nuestra biodiversa riqueza, de aquellos que en el fondo son tremendamente parecidos a Bolsonaro, pero que su hipocresía políticamente correcta y un cierto pudor por el respeto a valores humanos elementales, les impide poner en evidencia a través de un discurso o un tweet.

Bolsonaro presidente será algo distinto que Bolsonaro candidato. Moderará su lenguaje, muy probablemente aprenderá a medir sus palabras, pero ningún cambio de estilo o tono impedirá que deje de creer en el supremacismo como guía de sus acciones,  para controlar la sociedad y la economía. Privilegiará a los poderosos empresarios, restituirá privilegios y escenarios para los altos mandos militares. y el resto, incluídos los 45 millones que votaron por el tardío candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, deberán someterse a sus criterios de orden y limpieza, incluído Luiz Inácio Lula da Silva al que tratarán de pudrir en la cárcel de Curitiba y Dilma Roussef, que no logró ganar el curul de Senadora por Mina Gerais, alejada de la presidencia a través de un golpe de Estado “suave” por presuntos hechos de corrupción que hasta ahora no han sido demostrados.

El panorama internacional es patético si se considera que al ex izquierdista uruguayo, Luis Almagro, empleado de alto standing del sistema interamericano financiado por los Estados Unidos, celebra el triunfo de Bolsonaro y persiste en su campaña en la que tacha de dictador a Nicolás Maduro: Está claro, es preferible un explícito militante del conservadurismo y de la derecha, que un converso, como los hay tantos en nuestras comarcas, que terminan alinenadonse con quienes, comenzando desde la retórica electoral, pisotean los preceptos consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, vigentes desde 1948. 




Originalmente publicado el 31 de octubre en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)

martes, 23 de octubre de 2018

Post La Haya: Con el resultado puesto


Forman parte del comemierdismo  --para algunos toda una corriente filosófica—aquellos que juegan a estupendos, insinuando siempre el “te lo dije”, cuando antes de que sucediera lo peor, callaran la boca por ser políticamente incorrecto ir a contracorriente del sacrosanto patrioterismo en el que propios y extraños, izquierdas y derechas, dicen coincidir en que el regreso soberano al Oceano Pacífico es un bien mayor, por tratarse de la reparación de una injusticia y de la puerta hacia el mercado internacional que ayudaría a modificar en positivo las relaciones económicas de Bolivia con el mundo.

Insisto en que la demanda presentada ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) fue impecable. Que se trabajó con denuedo desde 2013, cuando ni imaginábamos que algún día llegaría un 21F o un fallo controvertido del Tribunal Constitucional. Se emprendió esta suerte de estrategia y aventura para intentar sacudir a Chile, el “adversario indolente” según Jaime Paz Zamora (1993), frase que precipitó la renuncia de su Canciller, Ronald MacLean Abaroa, a diez días de la finalización del gobierno del Acuerdo Patriótico. El sacudón internacional se prolongó por un lustro y con el fallo emitido el pasado 01 de octubre hay un explícito reconocimiento, en la parte introductoria del documento de 178 párrafos, que nuestro país nació a la vida independiente con 400 kms. de costa marítima, contenido central astutamente invisibilizado por la estrategia celebratoria de comunicación política del gobierno de Sebastián Piñera.

Sin duda que perdimos, que el objetivo de que la Corte conminara a Chile a la obligatoriedad de un diálogo negociador para una salida soberana no se cumplió porque el conservadurismo de la mayoría de los jueces, la correlación de fuerzas entre el país demandante y el país demandado, y un presunto lobby pudieron más, pero esa derrota no es lo catastrófica que pretenden los militantes del comemierdismo, esos que en lugar de cerrar filas en nombre de los intereses bolivianos, utilizan el tema para conectarlo con los ímpetus prorroguistas del presidente Evo Morales en sentido de que el fallo, si va a ser reconocido por ganador y perdedor, debe serlo en todos sus alcances y no solamente por lo que dice el artículo 177, porque Chile tendrá claro ahora que hay una instancia jurídica internacional que acepta que Bolivia tuvo Litoral, que éste fue arrebatado por una invasión y una guerra sucia, y lo más importante: Que no haya obligatoriedad, a pesar de los varios y consistentes antecedentes presentados por nuestro país, no significa que el problema pendiente haya desaparecido, hecho que la misma CIJ reconoce en el artículo 176, y por lo tanto, los chilenos saben que Bolivia jamás renunciará su derecho a regresar a lo que ese eslogan militar llama “los puertos del progreso”.

Candidatos fracasados siempre con menos del 10 por ciento en las encuestas, oportunistas con un pie adentro y otro afuera --utilizando el problema marítimo para beneficiar imagen y proyección estrictamente individuales-- tránsfugas que dan lecciones de democracia desde el derecho y la ciencia política, operadores-opinadores que le pegan en el palo apostando al candidato equivocado para generar una unidad opositora que no va a producirse, columnistas que redactan a coro “la derrota de Evo” como si no se tratara de un emprendimiento en que todos jugábamos con la misma camiseta, conforman el patético escenario público clasemediero obsesionado con que “el indio tiene que irse”, como si Bolivia comenzara y terminara con su presencia o su ausencia en el poder, luego de doce años de una abrumadora acumulación de hechos demostrables acerca de cómo este país es bastante diferente del que teníamos hasta diciembre de 2005.

Hablar con el resultado puesto, pontificar desentendiendosé del involucramiento que pocas horas antes les era útil, pone en evidencia que los fantasmas del pasado quieren ahora llegar hasta los últimos pisos de la Casa Grande del Pueblo, cuando las reglas de juego dicen que el orden de los factores sí altera el producto porque una cosa era el neoliberal trípode Mercado-Estado-Sociedad y otra muy distinta es el triángulo Estado-Sociedad/Mercado. Con esos jugadores que usan el “resultado puesto” para operar en favor de ciertos intereses, muy lejanos a las aspiraciones y demandas de las mayorías nacionales, no hay caso: Hace mucho que viven con respiradores artificiales.


Originalmente publicado el 10 de octubre en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)

lunes, 17 de septiembre de 2018

1 de octubre de 2018


La sabiduría y lucidez de Ana María Romero de Campero me enseñaron que este oficio del periodismo, por tratar a diario con la coyuntura como sustento fundamental en la elaboración de contenidos noticiosos y opinativos, es presa, muy frecuentemente, de la superficialidad y un margen de error en las apreciaciones temáticas que toca encarar, bastante más altos que los de otros oficios o disciplinas profesionales. En ese contexto miro hoy cómo algunos que en cierto momento de sus trayectos fueron periodistas, habitan la cotidianidad con el desagrado que les produce la persistencia de Evo Morales  en la continuación del ejercicio del poder para alcanzar los objetivos que se ha propuesto hacia 2025, cuando Bolivia deba celebrar el bicentenario de su fundación republicana. Ese desagrado ha afectado objetivamente la calidad y la transparencia con la que pretenden continuar sus carreras y los ha convertido en seres de trajes grises, que hasta por la inauguración de un nuevo estadio de fútbol se indigestan. Es aceptable y comprensible el ejercicio del conservadurismo o la simpatía por los amos del norte, pero que eso tenga que afectar el buen funcionamiento del estómago y el sentido del humor, resulta penoso y digno de una resignada tolerancia.
Dicho esto, y sin ninguna otra pretención que la de entregar este espacio del que dispongo en ANF, me planteo el desafío de hacer del Ahora, una especie de catapulta para la mirada que debe proyectarse en el tiempo acerca de acontecimientos que marcarán nuestra historia más allá de las frívolas refriegas electorales tan momentáneas como intrascendentes, y en esa lógica digo que el 01 de octubre de 2018 será un día fronterizo entre el antes y el después del problema marítimo, de una reivindicación a la que Bolivia nunca renunciará, sencillamente porque nació a la vida como país, con costa soberana sobre el Océano Pacífico.
En el juicio planteado por nuestro país ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, exigiendo la demanda de obligatoriedad a negociar que tiene Chile, Bolivia ha acertado por donde se vea: Estrategia sólida, abogados competentes y experimentados, un Embajador y Agente muy concentrado en su trabajo, al que jamás se le ha escapado un adjetivo agraviante en contra de ningún personaje de la política exterior chilena y un presidente del Estado, enfocado en conseguir que la comunidad internacional, a través de una de sus principales instancias multilaterales en materia jurídica, reconozca la existencia de un asunto pendiente de territorialidad y acceso al mar que la mismísima República de Chile se encargo de reconocer en distintos momentos del siglo XX y del siglo XXI.
A quince minutos de las diez de la mañana del 01 de octubre, a nueve días de recordarse los treinta y seis años de la recuperación de la democracia concretada el 10 de ese mismo mes de 1982, los jueces instalados en el Palacio de la Paz, habrán dicho su palabra y estamos casi convencidos que instando, a través de su fallo, a que Bolivia y Chile se sienten a conversar –lease negociar--, desde ahora respaldados por el derecho internacional, no para revisar el Tratado de 1904, no para que se nos devuelva Antofagasta, no para instalar una caricaturesca soberanía ya que eso debe quedar en el anecdotario de los escibidores de twitter, sino mas bien, para instalar un diálogo que esta vez no quede suspendido o mañosamente interrumpido, sino para buscar una solución en la que nuestros dos países, deberán encontrarla de una serie de alternativas que no dañen a Chile en lo más mínimo, y favorezcan a Bolivia en su irrenunciable vocación de regreso al Pacífico. Eso es todo. Para algunos es nada, para otros demasiado desafío, y complejo como cualquier laberinto, que después de haber ensayado varios caminos dentro de él,  tiene objetivamente una sola entrada y una sola salida.



Originalmente publicado en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF) el 14 de septiembre.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Demócratas light.com

Un buen amigo de sobrias costumbres, conocimiento apreciable de la historia de Bolivia y de los entresijos de la vida de las ordenes salesiana y jesuita, me aconsejó hace un par de meses decir públicamente por qué soy un renegado de la clase media, esa a la que por mi condición socio económica, pertenezco según ciertas categorizaciones sociológicas, aunque no me guste ni una pizca.

Pues bien, considerando sensato y oportuno el consejo de éste amigo, digo ahora que aprecio mucho a las clases medias de países como Argentina y Uruguay, inscritas en el discurso progresista y transformador de nuestra historia signada por desmembraciones, despojos, saqueos, opresión, violaciones a los derechos humanos y tutelaje político digitado desde Washington, y las aprecio y respeto, precisamente, porque una cosa es tertuliar con conocimiento de causa –lease de la historia y sus avatares—y otra hacerlo desde la sarta de prejuicios y vocación discriminatoria emparentada con el supremacismo, que ha caracterizado nuestra historia republicana, con barones de la plata, el estaño y la goma como referentes fundamentales que explican por qué los indios y las indias fueron reducidos a “mulas de carga”, invisibilizando y violando sus orígenes étnico culturales, su derecho a la vida y al trabajo digno, a la participación ciudadana y a la reapropiación de sus tierras y territorios.

La clase media con ínfulas jailonas (viene de high society, para los que no lo saben), esa misma que por obra y omisión, validaba golpizas impunes de dirigentes de organizaciones indígenas, campesinas y Sin Tierra en la plaza 24 de septiembre e inmediaciones de Santa Cruz de la Sierra (2006 – 2008), se ha refuncionalizado en “plataformas ciudadanas” que bajo la consigna del triunfo que por una nariz –51 contra 49—impediría la modificación del artículo 168 de la Constitución que habilite a una nueva postulación a Evo Morales, pretenden erigirse en la voz incuestionable de la democracia expresada en las urnas, ahora que aymaras, quechuas, guaraníes, y todos los pueblos y naciones originarias ya son bolivianos y bolivianas como nunca antes de 2006 lo fueron.

Cualquier manual básico de marxismo dice que existen solamente dos clases sociales  --proletaria y burguesa-- que han escrito la historia moderna de la humanidad a partir de las revoluciones francesa (1789) y rusa (1917), y en esa lógica, la aparición de las clases medias con todos sus matices en las sociedades urbanizadas del siglo XX terminan constituyéndose, según el argot callejero, en clases “a medias” –indecisas, ambiguas, pendulares, oportunistas--, y son las que determinan destinos electorales como sucediera el 18 de diciembre de 2005 que con un porcentaje definitorio, generó el acabose de las dos décadas de gobiernos neoliberales que administraron el poder desde el pacto, la componenda y la repartija, democracia de la que somos parte con sus pocas luces, todas sus imperfecciones y miserias, aunque parte de esa clase media le siguiera entregando su confianza a herederos de la dictadura y de la tecnocracia, con porcentajes de voto que no fueron suficientes para detener la carrera que Evo Morales ostenta como recordman difícilmente igualable de procesos electorales y en permanencia consecutiva en el cargo.

Esa clase media boliviana, que se alimenta de matrices de opinión cual si tratara de un recetario de repostería, utiliza palabras como las siguientes para defender sus pretendidas convicciones democráticas: “Dictadura. Dictadores. Caudillos. Castro-chavismo. Bolivia no debe llegar a ser como Cuba y Venezuela.” No incluye la palabra comunista porque no sabe que es el comunismo, y en realidad porque no sabe de qué consta la compleja historia boliviana antes de que arribaramos a este siglo XXI.

El único objetivo de esa clase media muy conservadora en la retórica familiar, pero absolutamente desmadrada en las redes sociales, es que “el indio tiene que irse”, que se debe “respetar la voluntad del soberano” y ahí juegan sus cartas los operadores financiados por los Ricky Ricones de la política criolla, disfrazados de “analistas políticos” en los medios, y camuflándose  en esas plataformas que como única certeza las mueve la inviabilidad de la candidatura de Evo y después que venga lo que sea, al final si el indio se va, lo que suceda a continuación es lo de menos: He aquí entonces las razones de mi absoluto rechazo a las clases medias bolivianas de barrio tradicional, esas que suscriben con la docilidad movida por sus prejuicios y su racismo, afirmaciones como que Evo ya es parte del pasado y como si en realidad el parque jurásico de la política boliviana no estuviera conformado por esos que vanamente quieren encasillar al MAS en el tablero de la partidocracia, cuando los aciertos y los grandes yerros del MAS son producto de otro tiempo y otra manera de hacer política en una democracia en la que nunca un solo partido contó con dos tercios de voto  parlamentarios.
La clase media, en términos generales, no tiene visión de país porque no lo conoce, porque su sentido de país comienza y termina en un par de gestos patrioteros aprendidos en las horas cívicas escolares. En realidad quiere el retorno al orden establecido de visibles e invisibles.  Sí tiene un listado interminable de prejuicios, de afirmaciones basadas en la prepotencia que otorgan algunas billeteras y cuentas bancarias, y en la histeria moralista que desatan ciertos excesos y desatinos producidos por el poder en sus distintas expresiones --económica, política, judicial, militar o policial--. Pretenden convertir el folklore y el anecdotario político en categoría histórica y por ello sus comentadores redactan y redactan manifiestos en los que queda confundida la lectura crítica con la operación política, formando parte, de esa manera, de los equipos detractores del evismo.  Son neutrales. No tienen partido, no tienen candidato, pero a la hora de la verdad votarán por los de antes, porque no han sabido participar de la construcción de un ahora. Viven de un eslogan machaconamente repetido donde se debe y puede, así como en lugares en los que la falta de respeto en la que incurren los tiene sin cuidado. 

Con todos estos argumentos, tengo que sentirme sereno y convencido, de caminar por la vida como un renegado de la clase media a la que pertenezco sin pertenecer. 


Originalmente publicado en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF) el 14 de agosto.

lunes, 13 de agosto de 2018

El pontificado de Carlos D.

El 9 de agosto de 1980 escuché por primera vez a Carlos Di-ego Mesa Gisbert, cuando se acercaba a treintañal y repartía sus tareas entre el periodismo radiofónico y la dirección de la Cinemateca Boliviana. Se trataba de una charla acerca de la sociología del cine que dictaba a estudiantes en el auditorio del viejo Goethe Institut de La Paz, en la que hacía gala de una gran fluidez de palabra para decir las cosas, provisto de una retórica propia del que, por sobre todas las cosas, ama desbordadamente escucharse a si mismo y ejerce como oficio el de orador.
Obtusos y mezquinos son los que, a pesar de su indisimulable y muy reconocido egocentrismo, pretenden negarle virtudes y aportes a este personaje que supo mamar de las fuentes materna y paterna en el buen hábito de la lectura como pasaje al conocimiento humanístico, aunque varios malvados, corroídos por la envidia, lo consideren “un océano de conocimientos con un milímetro de profundidad”.
Mesa ha escrito sobre cine, fútbol, arquitectura, arte, política y hasta una novela que algunos entendidos no dubitan en tachar de pésima y de la que no tengo otro conocimiento que el de su título --“Soliloquio del conquistador”--, pero fue particularmente destacado en el ámbito del comentario de noticias,  que lo llevó por varias estaciones televisivas hasta que decidiera armar su propia emisora y terminara convirtiéndose en el más eficaz portavoz de las políticas capitalizadoras y/o privatizadoras a la cabeza de Gonzalo Sánchez de Lozada, del que posteriormente se convertiría en acompañante de fórmula electoral como candidato a la Vicepresidencia el año 2002.
Los febrero y octubre negros de 2003 terminaron por extirpar a Sánchez de Lozada del poder y del país, para que Mesa se convirtiera en presidente de la República, lo que para unos fue un acto de consecuencia con la lógica de la sucesión constitucional alimentada por la embajada de los Estados Unidos,  y para otros se trató de una traición, criterio que en su momento esgrimió el que fuera ministro de Defensa de entonces, Carlos Sánchez Berzaín, que prestaba servicios profesionales con su bufete de abogados a Periodistas Asociados Televisión (P.A.T), la empresa de Mesa y socios, y la que luego, según el yerno de Sanchez de Lozada, Mauricio Balcazar, puso en el tapete de negociaciones en una operación que podría resumirse esquemáticamente como “pauta publicitaria por candidatura vicepresidencial.”  
Hay quienes dicen que en su presidencia --duramente cuestionada por afines al gonismo como Irvin Alcaraz y Cayetano Llobet (+) en sendos libros-- a Mesa se le pasó por la cabeza cerrar el parlamento  y que en su momento consideró que el candidato del MNR el año 2002 debía ser él, y no Goni, ambición que no se atrevió a proponer, tal como lo afirmara el mismo yerno de Sanchez de Lozada, Mauricio Balcazar.
Así como ese amor desmedido por sí mismo, le significó imponerse en los ámbitos donde decidió actuar, ahora Mesa debe rendir cuentas por algunos de sus actos como presidente. Como crítico de cine, como estadístico de fútbol, como conocedor del barroco mestizo y como opinador de televisión, Carlos D. fue un personaje que alcanzó notoriedad, pero como político, su tibieza, su conducta ambigua e indecisa, ha sido inversamente proporcional a sus indiscutibles cualidades de discurseador, ese que nos amenazó tantas veces con renunciar porque nos estábamos portando mal, en actitud propia del paternalismo colonialista alojado en sus genes y en su subconciente, allá en las profundidades en las que seguramente prefiere no escudriñar.
Patricio Quispe, presidente de las Víctimas del Octubre Negro, dijo que buscaron a Mesa como en media docena de oportunidades para convencerlo de que se animara a declarar en el juicio civil instaurado en el Fort Lauderdale, Estado de Florida, contra Gonzalo Sánchez de Lozada y Carlos Sánchez Berzaín. Nunca lo recibió y por supuesto que no se incomodó en tomar un avión hasta Miami para hacer efectivo ese su “ni olvido ni perdón” cuando asumió como primer mandatario del país: Revolcón en El Alto y palabras que se llevó el viento.
El asunto que ha terminado con la ecuanimidad de Mesa y sus ayudantes, esos que forman entornos y saben a la perfección la tarea de hacer coro, es el caso Quiborax en el que su gobierno violó la ley y desoyó consejos de sus colaboradores más allegados, omitiendo poner en práctica unas auditorias  imprescindibles, antes de expulsar a los inversionistas chilenos a las patadas, lo que derivaría en un caso de arbitraje internacional que obligó a pagar al Estado boliviano una indemnización de 42 millones de dólares.
No obstante de semejante antecedente, objetivo e incontrastable, Mesa, fiel a su estilo, sigue pontificando acerca de su accionar y conducta, como si una supuesta defectuosa y controvertida estrategia de defensa del Estado boliviano a cargo de su Procuraduría General, lo eximiera de la responsabilidad de ser él quien originó este desastre para Bolivia. Está claro: Si Mesa no expulsaba indebidamente a Quiborax, y lo hacía respetando el ordenamiento jurídico del país que presidía, no se hubiera llegado jamás al Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI).
En los pasillos de la política, la victimización de Mesa estaría sirviendo para convertirlo en el candidato de la vieja partidocracia hoy realineada bajo algunas nuevas siglas, pero conociendo como conocemos a Carlos D…quién sabe si finalmente será candidato. Quién sabe…si se tiene en cuenta que su perfil psicológico no admitiría ni por un segundo ser derrotado por las huestes masistas, las organizaciones sociales, los populistas de izquierda, o los socialistas y comunistas nostálgicos, con 65 años de vida en la que ya es parte de nuestra historia como el último gonista y quién lo dudaría, el primer mesista.

Originalmente publicado el 07 de julio en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)

sábado, 23 de junio de 2018

El olor de la dictadura

El empeño de construír para el imaginario colectivo, el perfil de un Evo Morales/dictador de República bananera pasa por consejos del marketing político y estrategias desinformadoras  y simplificadoras de las transnacionales de la manipulación noticiosa, con el objetivo de evitar que las presidencias y los liderazgos que en América Latina lograron derrotar al neoliberalismo y a los cipayos de los intereses del capital imperial, superen las dos décadas de vigencia en las que se ha logrado reducir significativamente el tutelaje y la injerencia estadounidense en los asuntos políticos de muchas democracias de nuestro continente y por ello en México ya tiembla el establishment con el inminente triunfo de Andrés Manuel López Obrador en elecciones presidenciales. 


En ese cuadrilátero de persuasión incesante que tiene su extensión en las redes sociales, con mucho de  escoria y poco de rigor, Evo es un delirante que ha construído un palacete repleto de lujos innecesarios, gracias a un subconciente compensatorio de las carencias materiales de su pobreza de origen y ha decidido viajar a Rusia a ver un partido de fútbol, por si fuera poco, desprovisto de atractivo para el exigente paladar de los que saben, en el que el anfitrión descorrerá los telones de la Copa del Mundo enfrentando a Arabia Saudí.

La guerra diaria es feroz y no tiene pausa. Sin que todavía Evo se haya reunido con Vladimir Putin, Samuel Doria Medina y Victor Hugo Cárdenas, creen haber demostrado que un acuerdo para invertir mil millones de dólares a través de Gazprom en materia hidrocarburífera es nada más un pretexto para asisitir a la inauguración mundialera que tendrá hipnotizado al planeta durante un mes. Es tan despiadada y oportunista esta confrontación que ahora Jaime Paz Zamora, a través de un tweet, atribuye el mérito de la clasificación de Bolivia a USA 94 a su gobierno, a todas luces, una mentira más grande que la nueva Casa Grande del Pueblo.

Mientras se consigue engatusar a nuevas generaciones clasemedieras y conservadoras de nuestro país, reviso la historia y observo a algunos personajes que llaman dictador a Evo Morales: Jorge Quiroga Ramírez, hijo del Embajador de Bolivia en Malasia durante la dictadura de Banzer y vicepresidente cuando el General se recicló a la democracia. Ernesto Suárez Sattori, hijo de “Mandy” Suárez, Prefecto del Beni durante la dictadura de Luis García Meza. Capitán Manfred Reyes Villa, hijo del Ministro de Defensa de la dictadura garcíamezista, Gral.  Armando Reyes Villa. Y no sé si el Cnl. Arturo Doria Medina, Comandante del regimiento Tarapacá en la Masacre de Todos Santos (1979), apodado “Mariscal de la muerte”, ¿tío de Samuel?…y si no es así,  por lo menos con el mismo apellido paterno.

La lista es larga, profusa y huele mal porque estos herederos del autoritarismo más violento que haya soportado nuestra historia y que conculcaron libertades políticas y derechos humanos, luego de haber crecido en las residencias del privilegio que el abuso gorila generaba, son en este siglo XXI, los más grandes demócratas que hayamos conocido en el país, y en esa lógica, Tuto es un embajador de buena voluntad contra las “dictaduras” de Venezuela y Cuba, Ernesto Suárez es el paladín beniano del Estado de Derecho, y Manfred Reyes Villa…dicta conferencias sobre la situación de Bolivia por Skype ofreciéndonos lecciones de civismo y ejemplar comportamiento ciudadano!

Como tengo una idea muy clara de cómo eran los militares de esos tiempos,  comprendo de qué manera, en los herederos de las dictaduras de ayer, quedarán eternamente impregnados los olores de las botas con los que juegan a ciudadanos demócratas de última generación, pero que quieren disimular con el uso de aguas de colonia de marca. Tratan de contar algunas historietas heroicas cuando en el Ejército se le sublevaron a García Meza, oficiales entre los cuales figuraba  alguno que había sido Edecán del banzerato. Eran los  tiempos en que el chiste de que los militares tenían el problema geométrico de intentar colocarse una gorra ovalada en una cabeza cuadrada, no se podían comentar en voz alta porque la persecución política  -- esa sí que era persecución política—se encontraban a la vuelta de la esquina.

Los hijitos de papá con grado militar no pueden recordar que mientras ellos jugaban al básquet en Santa Cruz de la Siera o manejaban triciclos y bicicletas en las cercanías de sus cómodas casas, sus progenitores gobernaban el país a punta de persecuciones, apresamientos, torturas, desapariciones y asesinatos que generaron el tenebroso terrorismo de Estado que supo inaugurar Victor Paz Estenssoro, principal socio político de Banzer en dictadura y en democracia,  con la puesta en vigencia del llamado “Control Político” en los años 50, del que alguna vez hablaron tantos militantes falangistas y lamentablemente, gran parte de ellos, han dejado nuestro mundo: El dictador Banzer generó en dos distintos momentos de la historia contemporáena, pactos políticos entre represores, paramilitares y víctimas: En 1971 la Falange Socialista Boliviana (FSB) se alió al partido que lo  había azotado en calles , plazas y calabozos, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y en 1993 se asoció con Jaime Paz Zamora y su Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) para  formar gobierno, partido que había nacido en la clandestinidad contra la dictadura banzerista.

Los impostores –muchos de ellos sin conocer su verdadera condición-- hijos, sobrinos y nietos de los que fueron verdaderos dictadores en nuestro país, hablan de dictaduras, y llaman dictador a Evo Morales. Algunos, más pretenciosos, escriben panegíricos reivindicativos de su rol institucionalista en las Fuerzas Armadas, cuando en realidad todos los oficiales del Ejército, la Fuerza Aérea y la Fuerza Naval asumieron, y muy en serio el siguente cuento:

- “¿Qué quieres ser cuando crezcas hijo?

- Militar papá… 

-Militar…y por qué?. 

-Porque cuando sea grande quiero ser Presidente”.














Originalmente publicado el 12 de junio en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)

jueves, 7 de junio de 2018

El cerebro del Vicepresidente


El vicepresidente Alvaro García Linera ha hecho un conteo inexacto de sus neuronas: No tiene setenta millones, sino, por lo menos ochenta y seis millones, si nos atenemos a la media científica que informa de qué están hechos los cerebros de todos nosotros, mortales, normales, inteligentes por condición humana y no por determinación divina. Lo que seguramente quiso decir el segundo mandatario de nuestro Estado Plurinacional, no tiene que ver con la cantidad y las supuestas características enigmáticas de su complejo cerebral, sino con las ideas que ha ido conectando a partir de la utilización libresca, sistemática, disciplinada de los saberes a los que ha podido acceder, esto, acicateado por cinco años de reclusión en Chonchocoro, sitio en el que hay que rebuscárselas creativamente para construír una cotidianidad cargada de sentido, a fin de no caer en la desesperación a que puede conducir el encierro, y para mantener cierta coquetería intelectual, mejor si debidamente adornado con alguna pañoleta de seda que ayude a combatir la helada altiplánica de la ciudad de El Alto.
Las neuronas de García Linera tienen que ser iguales a las de Doria Medina, Tuto Quiroga o Rubén Costas, pero lo que sí puede diferenciarlas de las que poseen sus adversarios políticos a los que no ha dudado en tachar de mediocres, es que el estudiante de Matemáticas de la UNAM, lee y escribe, estudia y reinterpreta, vuelve a Marx y a Gramsci continuamente, e intenta ensamblar la teoría filosófica, política y sociológica que ha sabido asimilar con habilidad autodicacta, desempeño que le ha permitido posicionarse como el vicepresidente más influyente de la historia de Bolivia, porque además de ser un comunista leído y formado, es un disciplinado jefe de la gestión pública y un enemigo de las estructuras de pensamiento esquemáticas y reduccionistas de fuente neoliberal, contenidas de un profundo sentido de injusticia social donde los pobres agravan su condición a diario y cada vez con mayor desesperanza como lo está demostrando el gobierno de Mauricio Macri en Argentina, que le ha estirado la mano al Fondo Monetario Internacional (FMI), reviviendo los 90 del menemismo, aquella época en la que el modelo de ajuste estructural  asoló a nuestros países con sus oprobiosos niveles de injerencia política y económica.
No creo que sea necesario hacer aspavientos de las neuronas que poseemos y que podrían conducirnos a pretenciosas e innecesarias autovaloraciones. Eso de que cada panadero alaba su propio pan, sobra en el caso del Vicepresidente. En lo que sí podríamos coincidir es en la crítica que dice que Bolivia cuenta con un promedio abrumador de políticos que no ha leído la historia de su propia nación, que desconoce y niega su esencia identitaria, que no concibe al país como parte de la comunidad internacional en la que ahora juega un rol con características de visibilidad, y en algunas temáticas, de protagonismo. Ciertamente, García Linera ha desarrollado una sostenible lectura de la realidad, mientras varios de sus adversarios de la derecha han optado por el anquilosamiento de sus visiones, producto de condición de clase, prejuicios ideológicos, rechazo a las miradas progresistas e inclusivas en nuestras sociedades y menosprecio  por el debate y la renovación del pensamiento que conduzca, por los menos, a nociones elementales del destino que se pretende para Bolivia.
En el torneo de neuronas todos quedan más o menos empatados, pero es en el festival de las ideas en el que algunos han dado patéticas muestras de cómo la demagogia puede conducir a extravíos que provocan vergüenza ajena, que impulsarían a considerar que el razonamiento es un derecho humano que estamos obligados a respetar y digo esto porque la grosería ha sido rebasada en todos sus límites cuando se afirma que la nueva Casa de Gobierno debería ser convertida en un hospital oncológico para trescientas camas, en el entendido de que se trata de una ostentosa e innecesaria edificación destinada exclusivamente a cubrir las expectativas de autosatisfacción del circunstancial Presidente del Estado.
El antiguo Palacio Quemado es una vieja casona adaptada y readaptada de manera precaria e insuficiente, considerando las necesidades de infraestructura y operatividad que reclama un Estado moderno. Tiene el despacho del presidente, el del vicepresidente, dos salas de reuniones y un comedor en el tercer piso; los salones Rojo, de los Espejos, la sala de reuniones de gabinete mas tres oficinas destinadas al funcionamiento del Ministerio de la Presidencia en el segundo piso; la Jefatura de la Casa Militar, la sala de prensa y la Gaceta Oficial de Bolivia en la planta baja…esas son las instalaciones de la central gubernamental del trabajo, que cuenta, además, con varias oficinas desperdigadas por aquí y por allá a través de contratos de alquiler. Uno visita el Palacio de Pizarro en Lima, la Casa Rosada en Buenos Aires, Planalto en Brasilia, Carondelet en Quito o el Palacio de la Revolución en La Habana, y a simple comparación, lo que tiene La Paz es propio de un pequeño país anclado en el siglo XIX y por ello queda más que justificada una nueva infraestructura con suficientes espacios para oficinas y salas de reuniones , que permitan superar el inquilinato estatal, más allá de si en el nuevo recinto habrá jacuzzi, sauna o gimnasio, reductos que no necesariamente están vinculados al lujo y al derroche, sino a la necesidad indispensable de contar con ambientes que sirvan para el combate al estrés y a las jornadas laborales de veinte horas contínuas diarias.
Los promotores de esta grosería demagógica, son precisamente aquellos que conciben al Estado como residual a los intereses del capital financiero internacional, a la transnacionalización, el despojo y el saqueo de nuestro patrimonio de  riquezas naturales y recursos humanos. Por eso se empeñan en instalar en el imaginario esa peregrina caricaturización acerca de cómo es posible que un gobernante de izquierda pueda aspirar al confort capitalista, cuando ese  tipo de privilegios es zona exclusiva de los adoradores del mercado, esos que compran hoteles de cinco estrellas en los que muy probablemente no hay siquiera una pequeña enfermería para emergencias.
En un contexto de creatividad política tan  gracioso como vergonzante, el Vicepresidente García Linera debe tener la plena certeza de que no es necesario volver a retar a debate “de a cinco” a sus enemigos políticos. Que con ideas como la de la Casa de Gobierno a ser convertida en hospital, no  hay competencia neuronal posible, que la chacota es parte de la política de cualquier sociedad, y que mientras la oposición tradicional y conservadora continúe fragmentada y anecdótica, sus posibilidades de nuevos fracasos electorales seguirán a la orden del día.


Originalmente publicado el 29 de mayo en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)

viernes, 11 de mayo de 2018

La corrupción como estructura mental


Alcaldes y ex alcaldes han quedado enfrascados en el torneo más competitivo de la viveza criolla de los que tengamos memoria en esta democracia victoriosa ante conspiraciones cívico-militares en treinta y seis años contínuos: Edgar Bazán de Oruro, José María Leyes y Edwin Castellanos de Cochabamba,  Edgar Patana de El Alto, y Carlos Bru de Yacuiba, para no referirnos a varios otros pertenecientes a municipios rurales más pequeños,  confrontan problemas de transparencia, sea por falta de ejecución presupuestaria o por esas perversas tentaciones caracterizadas por presuntos y comprobados sobreprecios y coimas.
En el fuego cruzado político, el acento ha sido puesto en la lógica de “trata a mis corruptos por igual que a tus corruptos” como si el problema se circunscribiera a un asunto de equidad y severidad judicial y no a uno más profundo que se inscribe en cómo funcionan las cabezas de los servidores públicos que alcanzan los máximos poderes regionales a través de la confianza expresada por la ciudadanía en las urnas, y que encuentran en su paso raudo y fugaz por el acceso a a los recursos económicos procedentes de diversas fuentes estatales, la manera de asegurar su estabilidad y buen pasar,  disponiendo de dineros que franquean la otorgación de contratos de distintos tamaños y diferente incidencia en la vida de cada comunidad.
Un extraviado escribidor, de esos que abundan gracias a la generosidad del escenario plural y democrático del que gozamos hace casi cuatro décadas, afirmó hace un par de semanas, muy suelto de cuerpo, que el asunto de las mochilas chinas era un mareo de perdiz, insinuando que la gravedad de la corrupción puede medirse a través de una escala de montos, como si el crápula de turno pudiera tipificarse por el tamaño del robo o del monto de comisión, y no por el sentido medular de sus actos.
El que utiliza los bienes públicos para beneficio personal, o lo que estos facilitan en el ejercicio de funciones, es igualmente torcido, independientemente de si trafica con computadoras, mochilas, cemento asfáltico, galletitas para el desayuno escolar o recibe sobornos para la adjudicación de megaobras de infraestructura carretera, porque sencillamente la corrupción es un sistema enquistado en las seseras de los grandes tomadores de decisiones, merced a la maquinaria de la que disponen a gusto y sabor, y no un asunto a encontrarse en manuales de urbanidad, buenas costumbres o en guías de la moral pública y privada, y eso significa que medir este asunto por el tamaño del negocio está bien para la hora de las sentencias ejecutoriadas y no para la comprensión esencial de la problemática.
La corrupción se torna aún más inquietante, cuando los casos se multiplican como hongos que por su extendida práctica se instrumentalizan como arma de desestabilización política y se constituyen en amenaza para la preservación del mismísimo sistema democrático. Le está sucediendo al Perú con sus cinco últimos expresidentes --Alberto Fujimori, Alan García, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, y el último, Pedro Pablo Kuczinsky, por supuesto enriquecimiento ilícito, Modo Odebrecht, y por haber ofrecido indulgencias y retribuciones a parlamentarios que evitaran su caída. Sucede también a Brasil con un juez como Sergio Moro que ha logrado mandar a la cárcel a Luiz Inacio Lula Da Silva, por el supuesto “regalo” recibido de la empresa constructora OAS –un apartamento de tres plantas—a cambio del presunto favorecimiento de contratos por parte del gobierno brasileño cuando el líder del Partido de los Trabajadores (PT), era presidente: En este caso, el aparato judicial convertido en un arma de neutralización y control político, que bien podría ser leído como otra variante de corrupción, si se tiene en cuenta que parece haberse vulnerado el debido proceso.
Durante la etapa neoliberal boliviana (1985 – 2005) se han acumulado dos décadas de tramas de corrupción de las más variadas dimensiones y durante el proceso nacional popular (2006-2018), vigente hace doce años, de la misma manera se van registrando progresivamente hechos tan escandalosos y aún más reprochables desde la perspectiva diferenciadora entre democracia representativa y democracia participativa, porque si algo no encaja en el contexto de los procesos emancipadores del continente es tener a un Santos Ramírez traicionando una trayectoria de lucha por una “comisión” que acabó con su prometedora carrera pública o a un Guillermo Achá, acusado de sobreprecios en la compra de unos taladros para explotar hidrocarburos, comprometido a trabajar con eficiencia y eficacia técnicas en la Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) que reclama socios y no patrones.
¿Y qué decir del caso del Fondo de Desarrollo para los Pueblos Indígenas Originarios y Comunidades Campesinas (FONDIOC), mecanismo institucional orientado a dotar de recursos económicos a emprendimientos rurales que certificaran efectivamente que Bolivia había conseguido el gran salto de la democracia del voto, a la democracia deliberativa y de participación ciudadana, progreso político-institucional que facilitó que los dineros del Estado se hicieran accesibles a los más pobres o carenciados en su base material? Simple y llanamente subrayar que deben resignarse al rigor de la ley y sus consecuencias por haber ingresado en el territorio de quienes hicieron del poder político y el ejercicio gubernamental, instrumentos de inaceptable autosatisfacción, tirando al canasto los preceptos de un proceso popular y liberador.
Corruptos de derecha son los que dominan el planeta y hay que perseguirlos cuando se llega a la fase de demostración probatoria de sus tropelías, pero hay que ser aún más disciplinados judicialmente con los corruptos camuflados en la izquierda, porque esos bicharracos terminan convirtiéndose en los potenciales viabilizadores del retorno a prácticas políticas y económicas que quisiéramos definitivamente superadas para nuestras democracias que no deben perder su esencia participativa si lo que se quiere evitar es el retorno de la dictadura del mercado, esa que garantiza la desigualdad y la injusticia social.


 Originalmente publicado el 08 de mayo en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)

lunes, 23 de abril de 2018

La herencia de Banzer


“La Banzer” es la principal avenida de Santa Cruz de la Sierra que nace en el Cristo Redentor y la Monseñor Rivero hasta Viru Viru y prolongándose como carretera hacia el norte integrado (Warnes, Montero). El ex ministro de Defensa y ex rector de la Universidad Gabriel René Moreno, Reymi Ferreyra, me aclaró hace un par de años que “la Banzer” ya no lleva oficialmente ese nombre, que se había cambiado, aunque por la fuerza de la costumbre –y la estatura del personaje— los cruceños y cruceñas, mas los estantes y habitantes de la ciudad procedentes de otros distritos del país,  conocen tan importante ruta de conexión con ese nombre y no con otro, por lo que todo indica que ”la Banzer” nunca dejará de ser “la Banzer”.
En la mágica Concepción, provincia Ñuflo de Chávez, corazón de la Chiquitania, de macizas y formidables maderas talladas con talento y sacrificio, y orquídeas cultivadas con paciencia como si el tiempo no transcurriera, una de las avenidas principales comienza o termina, depende por qué lado de la ruta se transita, con un monumento del General Banzer de cuerpo entero. Es más, el hospital del pueblo lleva el nombre de César (Banzer), hermano del ex dictador laboriosamente reciclado a la democracia reinaugurada en nuestro país en 1982.
Es tan fuerte la impronta banzerista por esas tierras de Dios y sus misioneros franciscanos y jesuitas, que el principal museo chiquitano situado en la plaza principal de
Concepción, fue la casa de su familia de ascendencia alemana, en la que transcurrió su infancia,  y que con generosidad a la tierra que lo vió nacer, la donó para que hoy día, la memoria e identidad de la zona fuera debidamente preservada a través de documentos originales, muestras arquitectónicas hechas de cuchi, artesanías con imágenes de ángeles musicales y fotografías de la restauración de la maravillosa catedral a cargo del suizo Hans Roth (1975, en pleno desarrollo del septenio dictatorial), construída bajo la dirección del sacerdote Martin Schmidt (1753 – 1756).
Hugo Banzer Suárez (1926 – 2002) nació en Concepción, pero hizo de la vecina San Javier su centro de operaciones ganaderas y ya es leyenda que el cadáver del asesinado Marcelo Quiroga Santa Cruz estaría enterrado en algún lugar de su propiedad. Han transcurrido treinta y ocho años del golpe de García Meza que en principio fue bendecido por el General concepcioneño y no se han podido encontrar hasta ahora los restos del líder del Partido Socialista – 1 y ex ministro nacionalizador de la Gulf Oil durante el gobierno de Alfredo Ovando Candia. 
En 1995, el para entonces jefe de Acción Democrática Nacionalista (ADN), me recibió en su oficina de FUNDEMOS, el brazo oenegero de su partido. En aquella oportunidad lo entrevisté para el suplemento Ventana del diario La Razón, me habló de sus “profundas convicciones democráticas” y me confesó -fuera de grabación- que había encañonado a pistola limpia al industrial cervecero Max Fernández, jefe de la Unidad Cívica Solidaridad (UCS) exigiéndole que se retractara de acusaciones que “mellaban su honor y su prestigio”. “Le pedí –me dijo Banzer—que hiciera la aclaración en un lugar de tamaño y lugar similares en el diario en el que había levantado mi nombre”.
Durante cuatro décadas, hasta el día de su deceso por cáncer terminal, Banzer dominó en el escenario principal de la política boliviana. Hizo sociedad con Victor Paz Estenssoro, líder histórico del MNR, en dictadura y en democracia a través del Frente Popular Nacionalista (FPN) y el “Pacto por la Democracia”, y se hizo enemigo de Gonzalo Sánchez de Lozada desde el día en que –me lo contó también fuera de grabación—le ofreció dinero para que resignara sus intenciones de conformar gobierno con el MIR de Paz Zamora-Oscar Eid (1989).
Varios de quienes formaron parte de los entornos cercanos que Banzer supo organizar ya no están en este mundo, entre los que destacan Guillermo Fortún, Fernando Kieffer y Tito Hoz de Vila. Otros han dejado el país y la actividad política hace como quince años (Mauro Bertero, Ronald MacLean), “Manfredito” (Kempff Suárez), como lo llamaba tiernamente el General, es novelista y columnista de opinión que escribe frecuentemente contra “la dictadura”de Evo Morales. Algún otro –Walter Guiteras-- ha retornado a sus calurosos cuarteles ganaderos en San Borja y a continuación tenemos a los herederos vigentes y activos que en alguna medida, aunque ya no citen al General como mentor y guía político, se encuentran en plena actividad: Su sucesor en la presidencia,  Tuto Quiroga, embajador de oficio contra la “dictadura venezolana”; Ernesto Suárez, hijo del Prefecto de García Meza en el Beni, Senador de la República por ADN, también Prefecto y luego gobernador del departamento oriental; Manfred Reyes Villa, edecan de García Meza e hijo del ministro de Defensa de ese gobierno, Armando Reyes Villa, que huyó a los Estados Unidos y tiene sentencia ejecutoriada por actos de corrupción perpetrados como Gobernador del departamento de Cochabamba; Leopoldo Fernández, el “Cacique” de Pando, ex prefecto y ex gobernador, condenado a quince años de cárcel por responsabilidades en la Masacre de El Porvenir (2008); Carlos Valverde Bravo, --hijo del falangista Carlos Valverde Barbery, ministro de Salud de la dictadura banzerista por Falange Socialista Boliviana (FSB)--, y hoy inquieto operador mediático contra el “régimen” de Evo Morales, gestor informativo del llamado “Caso Zapata”, Zvonko Matkovic hijo y Zvonko Matkovic padre, ex Prefecto de Santa Cruz durante el gobierno del Banzer “democratizado”.
Como se puede comprobar, con estas referencias de hechos y nombres, Hugo Banzer Suárez, desesperado por pasar a la historia como legítimo estadista y no como dictador que ordenó las masacres de Tolata y Epizana, y fue parte  fundamental del plan Cóndor, ha dejado huella con herederos que continúan haciendo política y que en la actualidad hacen flamear las banderas de la democracia. Es bueno recordar para la historia, que todos estos furibundos combatientes del 21F16, crecieron en sus acomodadas y amplias casonas, con los privilegios que otorgaban el autoritarismo, la persecución política, el apresamiento indebido, la desaparición forzada y el asesinato político. Así caminaron hacia la democracia de la que gozamos hoy y de la que han conseguido amplias ventajas cuando hicieron ejercicio del poder.



Originalmente publicado el 18 de abril en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)

lunes, 16 de abril de 2018

Goni: El fin de la impunidad

El martes 14 de octubre de 2003 ya se habían registrado sesenta y dos muertos en la ciudad de El Alto, producto de la bala militar y asesina con la que Gonzalo Sánchez de Lozada pretendía resistir en la silla presidencial,  dicen que con la idea de trasladarla a Santa Cruz de la Sierra. Ese día, atravesé durante cinco horas a pie, la ciudad casi desierta que se encontraba en estado de emergencia, desde la calle 12 de Calacoto (Zona Sur) hasta los estudios televisivos de P.A.T., situados en Miraflores, para grabar “El Pentágono” que debía emitirse a las 22:00, con Mario Espinoza como conductor, Alvaro García Linera, Freddy Morales y éste periodista, como panelistas habituales del programa.
“El Pentágono” de esa fecha, puede encontrarse en youtube –“El Pentágono, programa de análisis político, partes 1, 2, 3 y 4, (Octubre, 2003)”—en el que Freddy Morales, puso en evidencia que el gobierno manejaba la mentirosa versión en sentido de que estaba en marcha una conspiración internacional orquestada por Evo Morales, los cocaleros y el narcotráfico; Alvaro García Linera trazó una prognosis sobre lo que podría ser la futura presidencia de Carlos Mesa, y yo denuncié persecución política y miedo a la aparición de francotiradores pertenecientes a las fuerzas represivas del Estado y pedí la renuncia del Ministro de Defensa, Carlos Sanchez Berzaín y por supuesto que la del Presidente Sanchez de Lozada.
Nuestra compañera Verónica Larrieu, no había podido llegar desde Santa Cruz de la Sierra, así que El Pentágono fue en esa ocasión cuarteto y guardo un especial recuerdo por esa emisión, por la manera en que tuve que empeñarme para llegar a la grabación en horas de la tarde, debido a que por razones de seguridad y por el estado de convulsión en el que se encontraba el país, nos veíamos impedidos de hacerlo en directo como sucedía habitualmente.
Goni fue víctima de los delirios exterminadores y fascistoides de su ministro de Guerra, Carlos Sánchez Berzaín –“Chulupi” para unos, “Zorro” para otros—que como bien se recordó hace unos días, estaba convencido que la crisis podía ser superada con un par de centenas de muertos.
Terco como millonario que era, sabedor de su olfato para los negocios, Goni hizo caso omiso de los consejos que le dieran en distintas oportunidades algunos de sus familiares y amigos políticos: “Sánchez Berzaín te llevará a la tumba política” era la advertencia, y eso quedó fehacientemente registrado en una entrevista que me concedió el periodista y ex ministro Irvin Alcaraz, cuando escribía para “El juguete rabioso” y que titulamos “Sanchez de Lozada fue prisionero del Palacio de Sánchez Berzaín”.
Huídos a los Estados Unidos, y transcurridos quince años de los trágicos sucesos que fueron la antesala del desmoronamiento del ciclo neoliberal (1985-2005), Goni se dedicó a proseguir amasando fortuna, esta vez, como empresario petrolero. De manera muy esporádica se conocían noticias acerca de su octogenaria existencia, mientras Sanchez Berzaín, el que fuera su ministro en tres carteras (Presidencia, Gobierno, Defensa), en dos períodos presidenciales discontínuos (1993 – 1997 y 2002 -2003), decidió convertirse en operador anticomunista con base en Miami, de los de añeja estirpe, a través de una fundación, autotitulándose “analista político”, profiriendo continuamente, en tono desafiante y altanero, una serie de declaraciones trasnochadas acerca de lo que sucede hoy con Bolivia, y con “regímenes castro chavistas” como los de Cuba y Venezuela.
Conociendo su perfil psicológico que tiene como rasgo sobresaliente el haber roto con la realidad, no dudo que Carlos Sanchez Berzaín, continuará convencido de haberse reciclado como gran articulador de la oposición al gobierno de Evo y probablemente insistirá en aconsejar rutas de confrontación con ese aire de estratega que le vendió a Goni y por el que en los pasillos del poder de entonces podían escucharse exclamaciones de admiración.
El masacrador de Octubre Negro, tal como lo  ha dictaminado el Jurado de la Corte de Fort Lauderdale del Estado de Florida en su veredicto del 3 de abril, se ha dado licencia para hablar de dictadores y narcotraficantes a cargo del gobierno de Bolivia desde 2006. Hoy éste individuo ha dejado de ser impune, lo mismo que su admirado jefe. Sanchez Berzaín debe ponerse de acuerdo con Gonzalo Sánchez de Lozada para erogar aproximadamente diez millones de dólares y así materializar el resarcimiento económico a esas ocho valientes familias que decidieron demandarlos por la vía civil y consiguieron la histórica decisión de que pudiera juzgarse a un ex mandatario fuera de su país, por violaciones a los derechos humanos, decisión que potencia la posibilidad de volver a la carga con el pedido de extradición que permitiría procesarlos penalmente, tal como lo reclama la memoria colectiva de Bolivia y los familiares de todas las víctimas de la ciudad de El Alto que ofrendaron sus vidas por la defensa de la integridad nacional y sus recursos naturales.

Originalmente publicado el 05 de abril en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF).

sábado, 31 de marzo de 2018

Ex-Presidentes en La Haya: Atrapados por la historia

Los años me enseñaron que el coyunturalismo periodístico es un gran enemigo de los procesos estructurales y trascendentes, porque pone el acento en la anécdota irrelevante y no en la proyección que los hechos producirán en nuestra memoria larga. En ese marco, algunos que hasta hace una década supieron ejercer el oficio lejos de perniciosas subjetividades, hoy entusiastas tuiteros que escriben contra Evo con razones y sinrazones, podrían hacer una breve pausa en su activisimo antiprorroguista y pensar, ahora que tenemos puesta la mira en La Haya, qué sucede con los expresidentes bolivianos, dentro y fuera de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para escuchar los alegatos, última fase de la demanda marítima instaurada contra el Estado chileno al que se busca sentenciar a sentarse formal e ineludiblemente en una mesa de negociaciones con Bolivia.
Los expresidentes han caído en un redil que resulta paradójico y hasta gracioso: Los que cruzarán el charco, aparecen funcionalizados por el gobierno de Evo Morales, autor de la instalación del juicio, a nombre de la unidad nacional. Los que decidieron no estar como Jaime Paz Zamora, terminarán estigmatizados por el patrioterismo de plazuela, como traidores a la única proclama (pluri)nacional que en Bolivia acerca a creyentes y ateos, a progresistas y reaccionarios, considerando que los resortes del nacionalismo se  encuentran enquistados en las vísceras de todos los ciudadanos y ciudadanas de cualquier terruño por ese elemental sentido de pertenencia que exhibe la condición humana. 
Jaime Paz Zamora se ha quitado de la comitiva boliviana aduciendo maltrato con insultos por twitter de parte del presidente del Estado Plurinacional. Para completar la visión del otrora clandestino luchador de izquierda, hay que responderle que a propósito de su anuncio de no viaje, agredió la memoria colectiva del país afirmando que “los gringos nos habían impuesto un presidente gringo”, en alusión a Gonzalo Sánchez de Lozada, cuando la segunda presidencia de Goni fue facilitada por él mismo como su socio principal, no sabemos si por instrucciones de la embajada americana. En otras palabras, ni el masacrador de Octubre Negro (2003) ni su principal aliado en el marco de la democracia de pactos, habrán formado parte de las jornadas en Holanda, antesala del fallo que en el último tramo de este 2018 dictará la CIJ. Mejor así. Goni enjuiciado en Fort Lauderdale, estado de Florida, por familiares de las víctimas que murieron en El Alto y Paz Zamora en El Picacho madrugando frente al televisor, grafican el presente de estos personajes que explicará  por qué la historia y el destino no contará con ellos para la gran foto de este medular capítulo de la causa marítima.

Goni es un muerto civil, Jaime un político retirado al que no le ha funcionado la apuesta por reciclarse como gran mediador de la democracia de este tiempo, mientras Tuto Quiroga se ha reinventado como gran operador anticomunista de los de viejo cuño, profiriendo incendios contra Cuba y Venezuela, empeñándose en demostrar que la Bolivia de Evo está aislada y se ofrece como embajador itinerante para generar adhesión solidaria internacional, porque “el MAS ya no estará en 2020”. El hijo del embajador de Bolivia en Malasia durante la dictadura de Banzer, el sucesor de “Mi General”, el heredero de los autores del Plan Cóndor y de la Doctrina de la Seguridad Nacional de los años 70, ofrece con desparpajo y basquetbolística prepotencia, lecciones de democracia bajo los auspicios de la OEA de Almagro que hoy se asemeja más a una agencia estadounidense de injerencia y desestabilización política de nuestros países que al principal organismo del llamado sistema interamericano. Ese mismo, Jorge Quiroga Ramírez, estará en La Haya, con margen para agitar la bandera del 21F, porque al final de cuentas fue presidente por un año, relevando a Banzer, al que hace mucho ya no menciona, y que se fue de este perro mundo con cáncer de pulmón con metástasis en el hígado. A pesar de sus inequívocas actuaciones autoritarias --expulsión de Evo del Parlamento entre otras--, Tuto fue Presidente en democracia durante un año. Que le vamos a hacer.

Goni procesado civilmente en una corte estadounidense, Jaime en la pasividad de los atardeceres en Tarija, Tuto jugando a portavoz imperial contra el gobierno de Venezuela y Carlos Mesa, Vicepresidente y sucesor de Sanchez de Lozada, impugnado por propios y extraños ante su negativa a comparecer como testigo en el juicio civil instaurado en Gringolandia  por nueve familias víctimas en El Alto de la represión que cobró la vida de sesenta y ocho personas, conforman la galería de los ex primeros mandatarios bolivianos a la que se debe sumar al último presidente militar de los gobiernos de facto, Gral. Guido Vildoso, que también estará en La Haya y que ya nadie recuerda como Ministro de Previsión Social y Salud Pública de la dictadura banzerista.

Por su rol como Agente acreditado ante la CIJ en La Haya con rango de Embajador, el último expresidente, a quien le correspondió la transferencia de mando a Evo Morales en enero de 2006, Eduardo Rodríguez Veltzé, es la voz oficial de los alegatos, quien encabeza la exposición de motivos y el responsable oficial del Estado boliviano de fundamentar la estrategia boliviana para ganar este juicio y de esta forma dejar establecido ante la comunidad internacional que Chile queda al descubierto ante el mundo por una cuenta pendiente con Bolivia, cosa que nunca antes se había logrado, como ha venido sucediendo desde 2013, año en que se presentó formalmente la demanda.

Estos son los expresidentes contemporáneos de Bolivia que podrán escapar en helicóptero, refugiarse hasta sus últimos días en alguna casa de campo, pero que jamás podrán esconderse del implacable registro de la historia, aquella que pone las cosas en su justa dimensión en el imaginario colectivo de una sociedad y de una nación.




Originalmente publicado el 20 de marzo en la sección Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)




miércoles, 14 de marzo de 2018

Hollywood se disfraza de feminismo y desagravia a México


A diferencia de muchísimas versiones anteriores, ninguna película iba predestinada con superar récords que aseguraran éxitos de taquilla. Las preseleccionadas, y los protagonistas de las mismas en sus distintas especialidades, preanunciaban una repartición equitativa y necesaria para dejar sentado porque en la nonagegisma gala de la entrega del premio mayor de la industria cinematográfica más influyente --para que el planeta se convirtiera en una aldea global-- fueron tan o más significativas ciertas ausencias comenzando por ese monstruo depredador llamado Harvey Weinstein, uno de esos fabricantes compulsivos de un star system en el que el primer requisito era someterse a su incontrolable falocracia a cambio de un ok. en el casting para una próxima producción candidata a generar nuevas consagraciones: Les metió mano a las que quiso, lo mismo que las humilló y las presionó a ceder ante sus caprichos sexuales, para que  transcurridas varias décadas terminará siendo descubierto y expulsado de la maquinaria de la que él mismo fue entusiasta e implacable engrasador.
Muchas actrices (y actores) de variadas trayectorias, y distintos grados de impacto masivo, comenzaron a perder el miedo, a contar sus angustias y a continuación empezaron a quedar en evidencia más y más nombres: Kevin Spacey, Woody Allen, Dustin Hoffman… que por supuesto no habrían sido bien recibidos en la fiesta de premiación del domingo 4 de marzo, más todavía, cuando la ganadora del premio a mejor actriz protagónica, --soberbia Frances McDormand en “Tres anuncios por un crimen”--, apenas recibió la estatuilla invitó a sus compañeras de oficio –y de lucha—a ponerse de pie, comenzando por Meryl Streep, para reclamar respeto e inclusión, en tanto las mujeres del cine no son figuras ornamentales, sino parte constitutiva fundamental del imaginario que ha sabido construír Hollywood a fuerza de millones de dólares, imagineria, talento, oficio y por supuesto que de vícitmas de impunidad acosadora.
La protesta femenina y feminista en la fiesta del Oscar número noventa, generó una infrecuente atmosfera política premiando a una actriz que protagoniza una historia en la que la democracia rojo-blanco-azul de barras y estrellas, de supuesta perfección del sistema, queda en entredicho en un pueblito sureño atiborrado de policías corruptos atormentados por su mala conciencia, racistas antiafro perfectamente entrenados para no descubrir al autor de una violación y un crimen por temor a que se trate de algún amigote que se toma cervezas en el bar con ellos mismos en sus horas de asueto.
Pero si el machismo sustentado en el poder, el peor, el más execrable de todos, quedaba triturado con estilo y entre líneas por las grandes figuras femeninas que tuvieron a su cargo la distinción de cada una de las categorías, desde Jane Fonda, pasando por Jodie Foster y terminando en Salma Hayek, la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas empleó a fondo su astucia para introducir un poderoso mensaje político contra la administración Trump, premiando a Guillermo del Toro, mexicano inmigrante, perfectamente incorporado en la industria cinematográfica norteamericana, ya hace un par de décadas, que fue reconocido como mejor director de “La forma del agua” y que también se llevó el premio a mejor película, a diseño de producción y mejor banda sonora. A México no lo amenazamos con un muro, le entregamos dos Oscar, era el primer envío dirigido a uno de sus realizadores más connotados del último tiempo, pero no sólo eso porque “Coco” (Disney/Pixar) un colorido trabajo de animación, se llevó los galardones a mejor largometraje en su categoría y a mejor canción original, en la que se homenajea la riquísima visión cultural mexicana indígena y mestiza acerca de la vida y la muerte, incursionando por primera vez en la exploración de una identidad y una memoria, ajenas a la ombligomanía sajona que ha tendido siempre a mirarnos a latinos y demás yerbas prescindibles –asiáticos, árabes, africanos—con esa visión neocolonial despreciativa en la que no tenemos otra historia, otros transcursos, que los marcados por estereotipos humanos vinculados a la marginalidad del crimen, la delincuencia común, el narcotráfico y por supuesto que el terrorismo.
Se trató de una premiación distinta en la que las burbujas de champan y la glamorosa alfombra roja donde se producen comparaciones de diseño para establecer cuál fue el escote -anterior y posterior- más arriesgado de la noche, pasaron a un segundo plano. Los Estados Unidos de Trump no son los que concibe Hollywood que para criticar al patán que tienen por presidente, se ha esmerado en un acto de contrición reconociendo la vergüenza y el daño inflingidos por especímenes atrapados en abyectas pasiones encabezados por productores como el ya citado Weinstein.
Si esta es la democracia modélica del mundo, venga el diablo y escoja para dejar debidamente inscritos pecados propios (los de la industria cinematográfica) y pecados ajenos como los cometidos por el mísmisimo sistema democrático embadurnado hoy por ese hipernacionalismo que avergüenza a las grandes corporaciones, y que hoy día vuelve a sentar sus reales en el modelo excluyente del WASP: White, Anglo-Saxon, Protestant. O dicho en términos más brutales, supremacista y potencial militante del Ku Klux Klan que persigue y trata de eliminar al diferente en nombre de Dios.

 Originalmente publicado el 06 de marzo en la sección de Opinión de la Agencia de Noticias Fides (ANF)

El anverso del horror

  Ha sucedido en distintas latitudes que varios creadores audiovisuales fueron advertidos a través de preguntas formuladas por la crítica es...