lunes, 24 de octubre de 2011

Algo ha quedado roto

Con los resultados de la negociación entre la dirigencia indígena de las tierras bajas y el gobierno, era perfectamente posible evitar la marcha en defensa de la preservación del TIPNIS, pero cuando se llega a verificar, luego de más de dos meses de valiente y convencida caminata transversal, que las convicciones más profundas traducidas en una nueva constitución/construcción pasan a formar parte del utilitarismo político, dos son las conclusiones ineludibles: Primero, no hay inventor que no se joda con su propio invento (la nueva constitución), y segundo, resulta escalofriante que los principios por los que se ha luchado toda una vida sean adulterados por el pragmatismo, se los pisotee, se arrincone y reprima a quienes defienden dichas certidumbres y luego se quiera jugar al "aquí no pasó nada" bajando las escalinatas del Palacio de Gobierno hacia la plaza Murillo con un megáfono.
Como diría un sesudo asesor en retirada, "yo no tengo principios" a lo que habría que añadir, "tienes fines" y los fines pasan por esa visión aplastante de la igualación de todos los ordenes de la vida al canon del desarrollo uniformizante/globalizante.
Mucha vocinglería, demasiado aspaviento en nombre de la descolonización, varias operaciones de relaciones públicas invitando intelectuales como si fueran los Mourinho del Estado y la sociedad, para contarnos con sus habilidades sistemáticas, el nuevo estado de cosas en Bolivia como si aquí no nos conociéramos y tuviéramos que seguir resignados a que nuestras cartografías nos las hagan desde afuera, ahora con paternalismo conmiserativo, en suma, mucho careteo y perfil marxoide como diría Silvia Rivera , para comprobar que la verdad se acaba cuando se detenta el poder y el objetivo de su retención se vuelve un sentido en si mismo, vaciando de importancia a los hombres y mujeres auténtic@s y a los verdaderos caminos, no a las carreteras que traen negocios, asfalto, depredación y aparatosos movimientos de una maquinaria que finalmente hace a los indigenistas/indianistas, los transformers del progreso concebido en el mismísimo discurso del imperialismo consumista, programador de todas las adicciones/perdiciones del planeta, pulverizador de las formas silvestres y auténticas de vida, esas por las que se lucha con denuedo para evitar su extinción desde territorios como el Isiboro Sécure.
Por todo esto, algo se ha roto. Se ha quebrado, y por casi invisible no se notará por algún tiempo más, el delgado hilo con el que hilvanabamos nuestras coordenadas basadas en la diversidad y la diferencia, para seguir en la afanosa e incansable búsqueda de la armonía, de la conjugación de estilos de vida que nos abrieran paso a convertir la visibilización de tod@s en la definitiva incidencia en las decisiones de Estado sin las bravuconadas de siempre, sin los previsibles y patéticos intentos de desacreditación delirante basados en teorías de la conspiración en desuso.
Ha sido una verguenza para algunos. Una verguenza que se ha convertido en evidencia de la traición que puede personificarse en la patética figura de Carlos Romero Bonifaz, ministro de la Presidencia, que un día apareciera en la arena pública gracias a esos mismos indígenas a los que quiso arrinconar, calumniandolos de una manera que provocó indignación y que marca un antes y un después en este trayecto de un país que sigue preguntándose por dónde, pero sobre todo hasta cuando deberá soportar que los lobos se vayan quitando las pieles de corderos.
El proceso ha puesto nuevamente en evidencia, lo mismo que el gasolinazo, que de lo que se trata es de un descomunal esfuerzo colectivo, y que así como se les encomienda una misión a los grandes líderes, también es posible que se les pida que emprendan la retirada, sobre todo si pusieron por delante el ego, eso único que no pueden gobernar, sin percatarse que se habían enfrascado en hacer añicos la esperanza popular.

El anverso del horror

  Ha sucedido en distintas latitudes que varios creadores audiovisuales fueron advertidos a través de preguntas formuladas por la crítica es...