Exitoso empresario, de familia tradicional inmigrante, industrial propietario de una importante aceitera, Branko Marinkovic está jugando con su spots televisivos del Comité Cívico Pro Santa Cruz a "Presidente, Presidente".
Muy lejos del estilo de su antecesor, Germán Antelo, que tenía un ayudante fanático del cruceñismo excluyente en materia de comunicación, cuenta con una empresa asesora de imagen que ahora está en el plan de proyectarlo nacionalmente.
El Presidente del Comité Cívico es más importante que el mismísimo Prefecto del Departamento, quien a la hora de la evaluación del paro cívico se acomoda al centro frente a cámaras y micrófonos, con el senil y penoso Percy Fernández a su diestra y el gris Rubén Costas a su siniestra. Es en realidad, para el imaginario colectivo, el Presidente de la Republiqueta de Santa Cruz, como quisieran los logieros, rodeado de karayanas y protegido por su brazo operativo, la Unión Juvenil Cruceñista que patea collas, los embiste con autos y les saquea sus puestos del mercado Abasto.
Branko es la expresión más abominable de la hipocresía clasemediera. Habla de unidad, democracia, de un país para todos, pero en los hechos niega la vigencia del Estado boliviano cuando se trata de una movilización orquestada por el civismo fanático que dirige: Para circular en auto hay que pedir autorización al Comité. El que abre un local comercial es castigado con la rotura de vidrios y el saqueo de mercadería, si un colla se atreve a vivar al MAS en el Plan Tres Mil es inmediatamente reprimido y masacrado por los jovencitos fascistas hijos de viejos falangistas y nietos del federalismo que tiene su embrión en la dictadura de Banzer.
Branko es un producto mediático arropado por ese reino glamoroso cruceño que tiene como capital de su sueños a Miami. En esa medida tiene que sentirse como pez en el agua porque el yuppismo del que se ha trasminado ideologicamente lo exime de responsabilidades como la de saber qué significan palabras como diversidad, interculturalidad, inclusión social, lucha contra la pobreza, combate al racismo, construcción de una sociedad igualitaria y otros asuntos que seguramente le sonarán a verso utópico perteneciente a la literatura y al país del nunca jamás, a la legítima y mayoritaria búsqueda de la superación de las sociedades pobres y dependientes, sometidas al imperialismo y al capital saqueador, como la nuestra.
Branko es todas estas cosas y a Branko hay que combatirlo con las ideas, con el conocimiento de la historia boliviana, desde la etapa precolombina, pasando por la colonia y llegando hasta la Repùblica y lo que podría ser una Segunda República a la que Branko y todos los brankos de Bolivia le tienen pánico.
Y a los palos, los intentos de linchamiento, las amenazas de muerte y demás dispositivos intimidatorios, a los brankos hay que contestarle con la palabra profundamente liberadora, para demoler a este pequeño monstruo que juega a "Presidente, Presidente" y que en el fondo sabe, sólo representa a sus amiguetes del Club Social, del Country Club, y en Cochabamba seguro que a Manfred Reyes Villa.
Muy lejos del estilo de su antecesor, Germán Antelo, que tenía un ayudante fanático del cruceñismo excluyente en materia de comunicación, cuenta con una empresa asesora de imagen que ahora está en el plan de proyectarlo nacionalmente.
El Presidente del Comité Cívico es más importante que el mismísimo Prefecto del Departamento, quien a la hora de la evaluación del paro cívico se acomoda al centro frente a cámaras y micrófonos, con el senil y penoso Percy Fernández a su diestra y el gris Rubén Costas a su siniestra. Es en realidad, para el imaginario colectivo, el Presidente de la Republiqueta de Santa Cruz, como quisieran los logieros, rodeado de karayanas y protegido por su brazo operativo, la Unión Juvenil Cruceñista que patea collas, los embiste con autos y les saquea sus puestos del mercado Abasto.
Branko es la expresión más abominable de la hipocresía clasemediera. Habla de unidad, democracia, de un país para todos, pero en los hechos niega la vigencia del Estado boliviano cuando se trata de una movilización orquestada por el civismo fanático que dirige: Para circular en auto hay que pedir autorización al Comité. El que abre un local comercial es castigado con la rotura de vidrios y el saqueo de mercadería, si un colla se atreve a vivar al MAS en el Plan Tres Mil es inmediatamente reprimido y masacrado por los jovencitos fascistas hijos de viejos falangistas y nietos del federalismo que tiene su embrión en la dictadura de Banzer.
Branko es un producto mediático arropado por ese reino glamoroso cruceño que tiene como capital de su sueños a Miami. En esa medida tiene que sentirse como pez en el agua porque el yuppismo del que se ha trasminado ideologicamente lo exime de responsabilidades como la de saber qué significan palabras como diversidad, interculturalidad, inclusión social, lucha contra la pobreza, combate al racismo, construcción de una sociedad igualitaria y otros asuntos que seguramente le sonarán a verso utópico perteneciente a la literatura y al país del nunca jamás, a la legítima y mayoritaria búsqueda de la superación de las sociedades pobres y dependientes, sometidas al imperialismo y al capital saqueador, como la nuestra.
Branko es todas estas cosas y a Branko hay que combatirlo con las ideas, con el conocimiento de la historia boliviana, desde la etapa precolombina, pasando por la colonia y llegando hasta la Repùblica y lo que podría ser una Segunda República a la que Branko y todos los brankos de Bolivia le tienen pánico.
Y a los palos, los intentos de linchamiento, las amenazas de muerte y demás dispositivos intimidatorios, a los brankos hay que contestarle con la palabra profundamente liberadora, para demoler a este pequeño monstruo que juega a "Presidente, Presidente" y que en el fondo sabe, sólo representa a sus amiguetes del Club Social, del Country Club, y en Cochabamba seguro que a Manfred Reyes Villa.